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PROCESANDO EL YUYU

Dilatación constante más allá de la muerte

Los motines van siendo frecuentes, y lo serán más. Pueden ser la gramática ciudadana de una política deslocalizada en Bruselas, neoliberal, ademocrática, insensible, torpe, lenta

Guillem Martínez 6/05/2023

<p><em>Pancarta que pide lucha social contra el fascismo y la miseria durante las protestas del 1 de Mayo en Francia. / </em><strong>RTVE</strong></p>

Pancarta que pide lucha social contra el fascismo y la miseria durante las protestas del 1 de Mayo en Francia. / RTVE

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1- Bruno Le Maire, ministro de Economía de Macron, es autor de trece libros, y no doce o catorce, si bien cuatro de ellos han aparecido en los últimos cuatro años. Lo que habla de la a) asombrosa gestión del tiempo por parte de un ministro de un Estado, literalmente, en llamas. O, más posiblemente, del b) oficio de gobernante europeo en el siglo XXI, ese periodo en el que, queridos niños y niñas, tras el fin de la Historia y la consecuente hegemonía del pack neoliberal, todo estaba ya hecho, salvo alguna fruslería que iba encargando periódicamente la Comisión, siempre atenta. Como, pongamos, una reforma de las pensiones. El último libro de Le Maire es la novela Fugue américaine –en, guau, Gallimard–. Sumamente discreta, dice la crítica francesa –siempre menos amable y chupaXXXXXX que la española–, salvo por una página en su capítulo 11, en la que una protagonista coprotagoniza un encuentro sexual con un personaje llamado Oskar, y que, al parecer, ha leído a los clásicos en profundidad. O, al menos, con solo su saber hacer, hace exclamar a la aludida protagonista una frase que ha sacudido a la sociedad francesa, al punto de ser utilizada como eslogan en decenas de pancartas en las manifestaciones del pasado 1 de Mayo en toda Francia. Es una frase que condensa lo que está pasando en Francia. Aparten a las criaturas. Ahí va: hablando del “renflement brun de son anus”, Julie, el personaje, dice, dos puntos, “Je suis dilatée comme jamais”.

2- Je suis dilatée comme jamais” es una suerte de paralelo del nunca pronunciado por Marie Antoinette “Qu’ils mangent de la brioche”. Ilustra una época. Un estado de ánimo. Dilatado, lo dicho, que es cuando la época te copa doblada. E ilustra, por el mismo precio, el estado de la cuestión francesa, esa materia reservada europea, de la que –salvo en la prensa alemana, inglesa y CTXT– no se habla, a pesar de ser un/EL temazo. Francia es, puntualmente, la nueva Grecia, un punto en el que ver el estado de la cuestión europea. Y en Francia, el 80% de su población se siente dilatada comme jamais. Esto es, está acaeciendo un motín –esa cosa que puede crecer o decrecer, articularse, o no– en el segundo Estado de la UE. Así como suena.

Francia es, puntualmente, la nueva Grecia, un punto en el que ver el estado de la cuestión europea

3- No desprecien los motines. Hasta el siglo XVIII, y en ausencia de participación política ciudadana, eran, tras el orden, la otra posibilidad de participación ciudadana. La mera existencia de motines habla, por tanto, de la ausencia actual de participación política de la ciudadanía. Tras los motines griego y español de la pasada década, sucede ahora este, en uno de los dos Estados I+D de la UE. Los motines van siendo frecuentes, como ven. Lo serán más. Pueden ser la gramática ciudadana de una política deslocalizada en Bruselas, neoliberal, ademocrática, insensible, torpe, lenta. Los motines, de hecho, eran la posibilidad más probable para la pasada temporada otoño-invierno, prevista con naturalidad pasmosa por organizaciones bancarias y por Gobiernos. Hubieran sido, tal vez, los primeros motines de la historia reprimidos, además de por los Estados, por la Comisión. Lo que hubiera sido un antes y un después estético, un dejar de protestar ante la ventanilla para empezar a coscarse de dónde está la puerta. Algo que sucederá, este otoño-invierno, el próximo o cualquier otro.

4- Es importante, por cierto, la presencia de dilatación comme jamais en el macronismo, en tanto el macronismo es una última casilla. Lo suficientemente dilatada hoy como para admitir ya la casilla que le precede, y que es más, ay, uy, voluminosa. Y aquí, flash-back. Tras la Tercera Vía, formulada por Blair, pero experimentada previamente por Mitterrand, Felipe, Soares… –básicamente, la adopción, por parte de la socialdemocracia, del recetario industrial y espiritual del neoliberalismo, mezclándolo con un elemento no político, y no convocado, por tanto, por Thatcher o Reagan: la amabilidad; lo que es muy poco; nada–, el macronismo es lo más difícil todavía: la Tercera Vía, pero ahora ya sin partido, pues los PS, tras la Tercera Vía experience, ya están más quemados que la moto de un hippy. Los macronismos son una Tercera Vía, y lo que surja, a pelo, sin partido, apuntalada por el glamour personal, el magnetismo de un líder. Esto hace al invento más imprevisible, y poseedor de mecanismos de comunicación más propios de la nueva extrema derecha. El macronismo es, así, la casilla anterior a la extrema derecha. Y algo tan cercano a ella que la aproxima y facilita. Macron, cuando aprueba sin parlamento una reforma de pensiones, cuando utiliza la crispación –meditada, en modo Ayuso– y/o la policía como sistema de comunicación con la sociedad, comunica que la extrema derecha no solo es posible, sino que tampoco es tan exótica. Lo que es dramático, y más cuando pensamos que Macron, como antaño la Tercera Vía, es el nombre artístico de una fase. Esto es, de muchas cosas en Europa. Confusas, mezcladas y algunas muy cercanas a nosotros. Sánchez, cuando sella la frontera africana con criterios sumamente alejados de los DD.HH., cuando decide no pelarse la ley mordaza –no es una anécdota: es la primera ley iliberal en el Occidente de Europa; ahora UK está innovando en esa vía–, comunica que la extrema derecha no es una opción tan lejos de lo cotidiano. Es lo que sigue a una dilatación comme jamais.

El macronismo es la casilla anterior a la extrema derecha

5- Sobre dilataciones comme jamais tan próximas a la extrema derecha que las divergencias ya son, literalmente, chistes: la gran diferencia entre Macron y Meloni es que ambos reformaron la cosa pensiones con decretos, sin parlamentos, con un par, si bien Meloni lo hizo el 1 de Mayo, exdía de la exclase exobrera. Es decir, con recochineo, en modo psicópata, como lo haría Ayuso –si bien Meloni no abrió tanto los ojos à la ayusienne; Ayuso, ahora que lo pienso, está a 1mm de superar el récord de amplitud de cuenca de ojo, en posesión de El Ojo que Todo lo Ve–. Esto es, Meloni hizo algo parecido a Macron, pero ya desde otra iconografía, diferente, si bien latente en Macron, pues cuando desmoronas el Bienestar –ni más ni menos que la forma de la Democracia en Europa; se dice rápido– te metes en negociados que, forzosamente, se ubican fuera del trade-mark democracia. Requieren no-participación, la fuerza, ser forzosos, o nunca se realizarían.

6- Sobre lo forzoso, es decir, lo antidemocrático, de este tipo de reformas. Ahí va. Francia gasta algo más del 13% de su PIB en pensiones. Italia, el 14,1%. España el 12,7%. Estos tres Estados, junto a Grecia –14,5%–, son los que dedican más gasto a las pensiones. Y los que más deberían rebajar ese gasto hacia la media europea, que está sobre el 10%, gracias al tute que le dan a la media los Estados que gastan menos en pensiones: Hungría, Letonia, Lituania y Bulgaria, esos adelantados a su tiempo. ¿Quién decide que las pensiones no deben superar el 10% del PIB? La Comisión. Una institución no electa, y no poseedora, necesariamente, de inteligencia –sobre la inteligencia de la Comisión, recuerden el desmantelamiento de Grecia, que fue vendida/regalada a trozos a China–. No hay ninguna razón, por otra parte, más allá de los mitos y creencias neoliberales, que especifique que el gasto en pensiones deba ser del 10%. O del 5%. O del 20%. No hay ningún análisis ponderado sustentado en la disciplina económica. Los únicos disponibles están sustentados en otra disciplina. La dilatación. El combate gore, autoritario, fuera del método democrático, por lo común fuera de la legalidad constitucional de los Estados, contra las pensiones –que solo es la punta del iceberg de un sistema vertical de toma de decisiones, sin relación con la ética o el conocimiento; algo muy peligroso en guerra; y en paz–, dibuja la crisis democrática europea. Es, además, lo que garantiza motines en Europa por un tiempo. Los habrá, pues –punto 2– los motines son el único lugar en el que la ciudadanía europea puede hablar con la Comisión y con los Gobiernos sobre pensiones, sobre el precio de los combustibles, sobre inflación real, sobre las facturas de la luz. Sobre Democracia. Sobre dilataciones comme jamais. Vayan familiarizándose con los motines, esos engorros. La Comisión y los Gobiernos, me temo, lo harán con naturalidad. Con la naturalidad con la que los esperaban, sin emitir medida alguna, este otoño-invierno. Glups.

7- La pregunta es, dos puntos, ¿por qué Francia está dilatada en modo comme jamais, mientras que España tiene el culito sanito y seco? Pues porque así lo quiere la Comisión. Y España ahora está sobre una buena ola. Es un buen momento para la política-surf. No hay otra política, por otra parte, en un continente sin capacidad de previsión ni de modulación, y en el que la política ha adquirido otra función, alejada de lo que fue en el siglo XX. Sobre las olas: la ola de Macron se acaba, y luego puede empezar la de la extrema derecha. Eso es la política-surf. Periodos/olas, que se agotan. Razones para las buenas olas españolas, a saber: a) España es el modelo elegido por la Comisión para demostrar la calidad del pack Fondos Europeos, su funcionalidad y resultados. Por otra parte, b) hay buen feeling entre Sánchez y Von der Leyen. Esas cosas pasan. Además, ese buen rollo está siendo intensificado por el hecho de que Sánchez es presi de la Internacional Socialista, y Von der etc. necesitará el apoyo del futuro grupo socialista en el Parlamento Europeo para revalidar su cargo tras las próximas elecciones europeasZzzzz. Es un yo-te-rasco-si-tu-me-rascas. El rasque es un ingrediente –el ingrediente– de la política universal desde César, el primer rascador automático de la Historia. Sobre el rasqueo: le hará falta a la hoy rascadora Von der Leyen. El grupo PPE se aleja de ella, y se aproxima a las nuevas extremas-derechas. Era cuestión de tiempo que fueran tabuladas, reincorporadas. Y ese tiempo parece ser ahora. Von der Leyen tendrá competencia interna, que pugnará para su cargo, por lo que necesitará ayuda para comerse el rosco de la presidencia de la Comisión. A priori, podría ser irrelevante elegir una presidenta de la Comisión o a otro presidente. Von der Leyen es una ministra de Merkel sin mucho fu ni mucho fa. Recaló en la Comisión después de no poder recalar en la Cancillería alemana y en la Secretaría General de la OTAN –sí, Europa es ese lugar al que los partidos suelen recalar a sus González Pons–. Pero, a priori también, en esta emisión será muy importante. Está en juego que acceda a la pomada otro Presidente PPE de la Comisión, similar al anterior, si bien, glups, cercano a un movimiento ecuménico con la extrema derecha, esa dilatación comme jamais.

8- Sobre las nuevas extremas derechas, esas cosas próximas a los macronismos/las post-terceras vías, pero también, y mucho más, a los PP y, en términos generales, a las derechas anteriormente conocidas como liberales. La semana pasada Pedro Vallín daba por pajarito, muy acertadamente, al neoliberalismo. Y aquí emitía un diagnóstico brillante: el neoliberalismo, cuando era la forma de todo, lo era también de la democracia. Al irse abajo, esas derechas han perdido aún más las formas. Con un neoliberalismo enfermo, vuelve el nacionalismo, el populismo, el Estado y las mixed-emotions. Bajo la forma trumpista de todo eso, visible en Italia, Francia, o en Madrid. Este razonamiento es estilizado, veraz y real. Y, como todo lo estilizado, veraz y real –no sé, un liguerazo–, es sexy.

Con un neoliberalismo enfermo, vuelve el nacionalismo, el populismo, el Estado y las mixed-emotions

9- Tan cierto como que el neoliberalismo ha muerto –más de 700.000 millones de fondos europeos repartidos por la Comisión lo atestiguan–, es que el neoliberalismo está vivo. A España llegarán 160.000 millones, un monto superior a lo recibido, por parte de Europa, en las tres pasadas décadas. Eso, desde luego, no es neoliberalismo. Pero sí sus contrapartidas. Para acceder a ese dinero se deben acometer 416 hitos y reformas –es el modelo de pago-por-desempeño del Banco Mundial, esa joya–, mayormente neoliberales. Y, por ello, no necesariamente sustentadas en ética, conocimiento o beneficio social. La cultura del reparto de esa cantidad también es neoliberal, a falta de otra –puede serlo, glups, mucho más si PP-Vox acceden a la pomada en 2023, límite fijado por la Comisión para establecer destinos a los Fondos recibidos–. La explicación primera es que no hay otra cosa. Lo neoliberal se lo ha comido todo. Ejemplo a): el sistema más regulado de España es el más rescatado, el bancario, un sector que, a su vez, es imposible de comprobar si acepta o practica y asume sus regulaciones, pues no hay ni personal, ni cultura de la regulación, para ello. Ejemplo b), más dramático, si cabe: en las facultades de Economía hoy no se enseña tanto economía, como su contrario, neoliberalismo, sus mitos y supersticiones. La anterior crisis no ha supuesto ninguna enmienda en los planes de ninguna facultad. Se dice rápido. Este periodo, difícil de evaluar, en el que la cultura neoliberal se va a aplicar a su contrario, un gasto inaudito, y tal vez irrepetible, finalizará, no obstante, zas, en 2026. El año del punto y pelota. Con un frenazo en el gasto y, tal vez, con otro presidente en la Comisión, alemán y próximo al trumpismo. De lo que viene en 2026 solo sabemos que la Comisión, nuestra amiga, pide hoy un límite al déficit no superior al 5%. Son tres puntos más que durante el austericidio. Lo que es bastante. Y lo que es, a su vez, poco, para recuperar el Bienestar, que ni está ni se le espera. Muy poco, además, en caso de que hubiera una crisis climática, o una guerra –un momento… ¡las hay!–, y por lo mismo, imprevistos como los de 2020, o como los de cada otoño-invierno desde 2021.

10- Sí, las extremas derechas están a por otras, como señala Vallín. Lo que es muy útil para dibujarlas. Han cambiado el neoliberalismo, esa cruzada y tensión –hoy ya percibida como sangrante, y traicionada por gasto, chachi, si bien puntual, hasta 2026–, por todo aquello que puedan pillar debajo de banderas, identidades y Estados defendiendo con electricidad su irrenunciable derecho nacional a pulverizar sus cotosdedoñanas. Pero las derechas son revolucionarias por la parte de la boca desde los setenta, por lo que tienen más juego. Las izquierdas, conservadoras desde los setenta, siguen fieles, visto lo visto, al neoliberalismo, ese muerto que está muy vivo, y del que Francia –una situación no protestada desde ninguna izquierda gubernamental europea– es el actual piso piloto. Comme jamais.


1- Bruno Le Maire, ministro de Economía de Macron, es autor de trece libros, y no doce o catorce, si bien cuatro de ellos han aparecido en los últimos cuatro años. Lo que habla de la a) asombrosa gestión del tiempo por parte de un ministro de un Estado, literalmente, en llamas. O, más...

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Autor >

Guillem Martínez

Es autor de 'CT o la cultura de la Transición. Crítica a 35 años de cultura española' (Debolsillo), de '57 días en Piolín' de la colección Contextos (CTXT/Lengua de Trapo) y de 'Caja de brujas', de la misma colección. Su último libro es 'Los Domingos', una selección de sus artículos dominicales (Anagrama).

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