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Negro sobre negro XV

Las factorías del crimen rusas

En Rusia no sólo se lee mucho sino que, después de sus clásicos universales, el policiaco es de los géneros más populares

Xosé Manuel Pereiro 16/04/2023

<p>Alexandra Marínina. <strong>/ Dmitry Rozhkov</strong></p>

Alexandra Marínina. / Dmitry Rozhkov

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No, no se ha equivocado de sección. Esto va de novela negra. Negra, pero novela, eso que, a diferencia de la realidad, normalmente exige verosimilitud. Si hacemos caso de las estadísticas de lectura, en Rusia no sólo se lee mucho (es de suponer que el clima influye lo suyo), sino que, después de sus clásicos universales, el policiaco es de los géneros más populares. Quizá a eso se deba que los cuatro autores que les traigo –tres mujeres y un hombre–, además de vender cientos de millones de libros (como mínimo, 300), hayan publicado, prácticamente en lo que va de siglo, más de 400 títulos. Por mucho que los lectores potenciales superen los 145 millones de personas, las cifras marean.

Alexandra Marínina fue la pionera, y sigue siendo la más conocida fuera de las fronteras físicas y literarias de su país. Se llama en realidad Marina Anatolyevna Alekseeva, según figura en su pasaporte, donde indica que nació el 16 de junio de 1957 en Lviv (Lióv, Leópolis), Ucrania, pero se crió en lo que entonces era Leningrado, en un ambiente doblemente influenciado por lo policial. Por una parte era hija de una especialista en leyes y de un prestigioso policía (que murió a los 37 años) y por otra, desde los ocho años consumía vorazmente obras de Ágatha Christie, Conan Doyle y Simenon (los únicos permitidos). Así que, al finalizar los estudios de derecho, a los 22 años, entró en la policía (en la Militsia, como se llamó el cuerpo hasta 2011). Empezó como asistente de laboratorio e investigadora, pero un año después ya era teniente. Su tesis doctoral se tituló Personalidad de un convicto por delitos violentos y prevención de recaídas especiales. Desde entonces publicó una treintena de estudios científicos sobre delincuencia, hasta que en 1998 se retiró con el grado de teniente coronel de la Milicia (su marido es coronel). 

Sin embargo, no escribió ficción hasta 1992, y surgió por casualidad. A un colega le habían encargado un libro divulgativo sobre drogas y él le ofreció hacerlo juntos. Accedió, pero le propusieron a la editorial escribir una novela. El compañero se llamaba Alexander Gorkin, y de los dos patronímicos surgió el Alexandra Marínina. El personaje que consagró a la hasta entonces oficial de policía es Anastasia Kaménskaya. “Anastasia Pávlovna Kaménskaya, también llamada Nastia, Nastasia, Nastiusa, Stásenka, Nástenka, Nastiuja, Asenka, Asia, Aska, comandante de policía, criminóloga analista de la Dirección General del Interior del Ministerio del Interior de Rusia”, según reza la guía de personajes que encabeza las novelas (El fervor eslavo por los diminutivos no contribuye a que el lector foráneo se aclare sobre quién es quién. En las últimas ediciones, la traducción española ha optado por contener la hemorragia de apócopes e hipocorísticos).

Marínina fue en los años 90 un auténtico fenómeno de masas en Rusia, presente en cualquier debate relacionado con la cultura

Kaménskaya etc., es en muchos aspectos un trasunto real de su creadora. Las dos odian el ejercicio físico (considerando como tal incluso salir a comprar el tabaco que ambas consumen como si no hubiese un mañana), tienen un padre policía y una madre con inclinaciones intelectuales (la del personaje trabaja en Suecia como traductora) y no tienen una mirada especialmente crítica sobre los últimos años soviéticos ni sobre los actuales de capitalismo “democrático”. Deploran, obviamente, la corrupción y el inmenso poder de las mafias, pero también se pueden establecer acuerdos (en el caso del personaje, se supone) con alguna por el bien de la investigación. Marínina-Kaménskaya iniciaron su andadura en 1992 con Una combinación de circunstancias y el año pasado salió a la luz la novela número 36 de la serie. A eso hay que sumarle otras 15 obras independientes o de otras colecciones. 

Su editorial, Eksmo (con AST, publica el 30% de los libros que se lanzan en Rusia) estima el número total de ejemplares vendidos en unos 50 millones, con ediciones en más de 40 países, que se iniciaron en 1997. Según su editor francés (du Seuil), su recepción en Europa Occidental no es ajena a la curiosidad que despierta la descripción de la sociedad postsoviética. A España llegó en 1999, de la mano de Planeta, que publicó, en traducción Elena Panteleeva, primero Los crímenes del balneario, segundo libro de la serie, y después El sueño robado, Asesino a su pesar, Los peones caen primero y Morir por morir. Pàmies, de la mano de Fernando Otero Macías y José Ignacio López Fernández continuaron una década después lanzando Muerte y un poco de amor y Retrato póstumo

El Instituto de Opinión de Rusia realizó una encuesta sobre la popularidad de autores de novela negra. Ustinova quedó segunda. Dontsova primera

Independientemente de las cifras, Marínina fue en los años 90 un auténtico fenómeno de masas en Rusia, presente en cualquier debate relacionado, aunque fuese tangencialmente, con la cultura. Sus libros llegaron a estar prohibidos en las prisiones, donde eran muy populares, porque las autoridades consideraron que podría dar ideas a los delincuentes. Al cabo, estaban escritos por una policía de élite que, si se inspiraba en ella misma para su protagonista, también usaba casos reales para las tramas. Sin embargo, con el cambio de siglo, fue destronada, en influencia y en ventas, por dos recién llegadas. 

Tatiana Ustinova nació en 1968 en un pequeño pueblo cerca de Moscú. De ella cuentan que, en edad preescolar, podía contar la trama de cualquier obra de Tolstoi, Dostoievski o Dumas, pero siguiendo la tradición familiar estudió en un ambiente aparentemente tan poco literario como la Facultad de Aeromecánica e Ingeniería Aeronáutica del Instituto de Física y Tecnología de Moscú.  Trabajó de traductora de inglés, como editora de televisión e incluso en el gabinete presidencial de Boris Yeltsin. Cuando las circunstancias políticas determinaron, en 1998, que jefa y empleada quedasen en el paro, se dedicó (ella) a escribir novelas. (Ustinova tuvo una recaída en la política en 2007, cuando fue miembro activo del Consejo Supremo del Partido de la Fuerza Cívica Liberal, pero lo dejó un año después). Publicó la primera en 1999, Tormenta sobre el mar, cuyo éxito le supuso ya un contrato de larga duración con Eksmo. Desde entonces ha creado nada más y nada menos que 19 detectives –muchos basados en personajes reales populares– que han protagonizado 49 libros que han vendido más de 38 millones de ejemplares. Prácticamente todas sus obras han sido llevadas a la pantalla. A la vez, presentaba y dirigía numerosos programas de televisión, y llegó a participar –como concursante– en la edición local de La ruleta de la fortuna (allí se llama, propiamente, Ruleta rusa. Ganó 28.000 rublos).

En 2011, el Instituto de Opinión de Rusia (VTsIOM) realizó una encuesta sobre la popularidad de autores de novela negra. Ustinova quedó segunda. La primera, ex aequo, fue Daria Dontsova. Dontsova (Agrippina Arkadyevna Dontsova) nació en 1952 en Moscú. Su padre era escritor y miembro del OGPU (Consejo de Comisarios del Pueblo) y nieta de un comunista polaco purgado por Stalin. Daria Dontsova tomó contacto con la literatura policíaca cuando tenía 12 años y acompañó a su padre a una reunión con su editor en Alemania. La niña volvió con una maleta repleta de clásicos policiales en alemán, de Rex Stout a James Handley Chase. Después de estudiar periodismo, trabajó como traductora en la embajada en Siria y en distintas revistas. En 1997, mientras la trataban de un cáncer de mama en un hospital, escribió sus tres primeras novelas policiales. 

Existen sospechas de que D. Dontsova, además de una escritora, es una marca de fábrica bajo la que se agrupan autores anónimos

A partir de entonces, las debió de escribir de tres en tres o de seis en seis, porque ha desarrollado más de media docena de series distintas, con protagonistas como una profesora de francés que deja de trabajar (y se pone a investigar) cuando recibe una herencia; la hija de un ladrón, divorciada de un policía, que escribe novelas de misterio con pseudónimo; una profesora de literatura rusa casada con un agente secreto; una maquilladora estudiante de Filología… La Dontsova es la Stajanov de la creación literaria. Cada serie no baja del medio centenar de títulos. Entre todas, y con algunos libros de cocina, la aportación de Daria Dontsova al ocio del ruso medio suma 298 opciones (246 de tema policíaco). Con esta producción, existen fundadas sospechas de que Daria Dontsova, además de una escritora, es una marca de fábrica bajo la que se agrupan autores anónimos.  Sola o en compañía de otros, de lo que aparece bajo su firma, según su editora, se han vendido 200 millones de copias (con una población de 145 millones de personas, tocan a más de uno por cabeza). Fue número uno en ventas de 2012 a 2018, pero desde 2019 ha cedido el puesto de cabeza. 

No he podido comprobar si el relevo lo ha tomado Boris Akunin, pero ese es el autor que compartió el podio de popularidad en la encuesta de 2011 con Dontsova. Akunin tampoco se llama así, sino Grigóri Shálvovich Chjartishvíli y es, como su intrincado apellido delata, de origen georgiano. Hijo de un oficial condecorado por su actuación en lo que los rusos llaman Gran Guerra Patriótica, nació en 1956 en la capital, Tiflis y estudió Historia y Filología japonesa en el Instituto de Asia y África de la Universidad de Moscú. Akunin significa precisamente en nipón “bandido” o “malvado”, porque considera que los personajes perversos son mucho más interesantes que los buenos. Después de una etapa de traductor de autores japoneses como Yukio Mishima o Kobo Abe, o anglosajones como Bradbury, publicó en 1998 –bajo su pseudónimo, entonces desconocido– Azazel (El ángel caído), que se convirtió en superventas. 

Lo más curioso de Akunin es cómo conserva la popularidad en su país pese a las críticas virulentas que no se recata en hacerle a Putin

Akunin presentó Azazel como el primer libro de un “proyecto literario” con el título común de Las aventuras de Erast Fandorin en el que cada nueva novela de este detective de la Rusia de mediados del siglo XIX correspondería a un género distinto. La primera era una “novela policíaca conspirativa”; la segunda de espías; la tercera, una “policíaca hermética”; la cuarta, una “de asesino a sueldo”, hasta abarcar “todos los géneros de la novela criminal clásica”. Akunin ha creado también el ciclo de Pelagia, una monja investigadora durante el siglo pasado, y otra de un nieto británico de Fandorin. Entre ensayos, traducciones y libros de historia, el autor georgiano acumula un centenar de títulos. En España han aparecido, en Salamandra en versión de Rafael Cañete Fuillerat, los cuatro primeros libros de Fandorin: El ángel caído. Gambito turco, Muerte en el Leviatán y Conspiración en Moscú.

Lo más curioso de Boris Akunin, el más sólido literariamente de las cuatro “factorías rusas”, es cómo conserva la popularidad en su país pese a las críticas virulentas que no se recata en hacerle a Putin. En 2006, después de la agresión a Georgia, en unas declaraciones a Liberation lo comparó con Calígula. En 2011, con ocasión de las elecciones a la Duma, auguraba al mandatario: “Será demasiado tarde para que te vayas de una buena manera, y ordenarás disparar, y se derramará sangre, pero aun así serás expulsado. Sinceramente, no te deseo el destino de Muammar Gaddafi”.  En marzo de 2022, junto con Mikhail Baryshnikov, lanzó un proyecto de solidaridad para recaudar fondos a favor de los refugiados ucranianos, que fue prohibido por la fiscalía rusa dos meses después. Desde 2014 ha estado viviendo con su familia en Londres, Francia o España. 

De los 19 millones de libros rusos que había en las bibliotecas, se estima que han sido purgados 11 millones

Curiosamente, pese a esa postura, los libros de Akunin no están disponibles en Ucrania (y mucho menos los de sus compañeras). Rusia y Ucrania usan también los libros como armas. El Instituto del Libro de Ucrania ha ordenado expurgar de las bibliotecas no sólo los libros de los clásicos rusos (Dostoievsky o Pushkin únicamente estarán disponibles en bibliotecas científicas o universitarias, “por inquietantes y dañino, raíz del mal y el totalitarismo por extender la idea de Rusia como salvadora del mundo”) y todos los de los autores modernos rusos impresos después de la desaparición de la URSS y de la independencia de Ucrania. De los 19 millones de libros rusos que había en las bibliotecas, se estima que han sido purgados 11 millones. 

No, no se ha equivocado de sección. Esto va de novela negra. Negra, pero novela, eso que, a diferencia de la realidad, normalmente exige verosimilitud. Si hacemos caso de las estadísticas de lectura, en Rusia no sólo se lee mucho (es de suponer que el clima influye lo suyo), sino que, después de sus...

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Autor >

Xosé Manuel Pereiro

Es periodista y codirector de 'Luzes'. Tiene una banda de rock y ha publicado los libros 'Si, home si', 'Prestige. Tal como fuimos' y 'Diario de un repugnante'. Favores por los que se anticipan gracias

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