1. Número 1 · Enero 2015

  2. Número 2 · Enero 2015

  3. Número 3 · Enero 2015

  4. Número 4 · Febrero 2015

  5. Número 5 · Febrero 2015

  6. Número 6 · Febrero 2015

  7. Número 7 · Febrero 2015

  8. Número 8 · Marzo 2015

  9. Número 9 · Marzo 2015

  10. Número 10 · Marzo 2015

  11. Número 11 · Marzo 2015

  12. Número 12 · Abril 2015

  13. Número 13 · Abril 2015

  14. Número 14 · Abril 2015

  15. Número 15 · Abril 2015

  16. Número 16 · Mayo 2015

  17. Número 17 · Mayo 2015

  18. Número 18 · Mayo 2015

  19. Número 19 · Mayo 2015

  20. Número 20 · Junio 2015

  21. Número 21 · Junio 2015

  22. Número 22 · Junio 2015

  23. Número 23 · Junio 2015

  24. Número 24 · Julio 2015

  25. Número 25 · Julio 2015

  26. Número 26 · Julio 2015

  27. Número 27 · Julio 2015

  28. Número 28 · Septiembre 2015

  29. Número 29 · Septiembre 2015

  30. Número 30 · Septiembre 2015

  31. Número 31 · Septiembre 2015

  32. Número 32 · Septiembre 2015

  33. Número 33 · Octubre 2015

  34. Número 34 · Octubre 2015

  35. Número 35 · Octubre 2015

  36. Número 36 · Octubre 2015

  37. Número 37 · Noviembre 2015

  38. Número 38 · Noviembre 2015

  39. Número 39 · Noviembre 2015

  40. Número 40 · Noviembre 2015

  41. Número 41 · Diciembre 2015

  42. Número 42 · Diciembre 2015

  43. Número 43 · Diciembre 2015

  44. Número 44 · Diciembre 2015

  45. Número 45 · Diciembre 2015

  46. Número 46 · Enero 2016

  47. Número 47 · Enero 2016

  48. Número 48 · Enero 2016

  49. Número 49 · Enero 2016

  50. Número 50 · Febrero 2016

  51. Número 51 · Febrero 2016

  52. Número 52 · Febrero 2016

  53. Número 53 · Febrero 2016

  54. Número 54 · Marzo 2016

  55. Número 55 · Marzo 2016

  56. Número 56 · Marzo 2016

  57. Número 57 · Marzo 2016

  58. Número 58 · Marzo 2016

  59. Número 59 · Abril 2016

  60. Número 60 · Abril 2016

  61. Número 61 · Abril 2016

  62. Número 62 · Abril 2016

  63. Número 63 · Mayo 2016

  64. Número 64 · Mayo 2016

  65. Número 65 · Mayo 2016

  66. Número 66 · Mayo 2016

  67. Número 67 · Junio 2016

  68. Número 68 · Junio 2016

  69. Número 69 · Junio 2016

  70. Número 70 · Junio 2016

  71. Número 71 · Junio 2016

  72. Número 72 · Julio 2016

  73. Número 73 · Julio 2016

  74. Número 74 · Julio 2016

  75. Número 75 · Julio 2016

  76. Número 76 · Agosto 2016

  77. Número 77 · Agosto 2016

  78. Número 78 · Agosto 2016

  79. Número 79 · Agosto 2016

  80. Número 80 · Agosto 2016

  81. Número 81 · Septiembre 2016

  82. Número 82 · Septiembre 2016

  83. Número 83 · Septiembre 2016

  84. Número 84 · Septiembre 2016

  85. Número 85 · Octubre 2016

  86. Número 86 · Octubre 2016

  87. Número 87 · Octubre 2016

  88. Número 88 · Octubre 2016

  89. Número 89 · Noviembre 2016

  90. Número 90 · Noviembre 2016

  91. Número 91 · Noviembre 2016

  92. Número 92 · Noviembre 2016

  93. Número 93 · Noviembre 2016

  94. Número 94 · Diciembre 2016

  95. Número 95 · Diciembre 2016

  96. Número 96 · Diciembre 2016

  97. Número 97 · Diciembre 2016

  98. Número 98 · Enero 2017

  99. Número 99 · Enero 2017

  100. Número 100 · Enero 2017

  101. Número 101 · Enero 2017

  102. Número 102 · Febrero 2017

  103. Número 103 · Febrero 2017

  104. Número 104 · Febrero 2017

  105. Número 105 · Febrero 2017

  106. Número 106 · Marzo 2017

  107. Número 107 · Marzo 2017

  108. Número 108 · Marzo 2017

  109. Número 109 · Marzo 2017

  110. Número 110 · Marzo 2017

  111. Número 111 · Abril 2017

  112. Número 112 · Abril 2017

  113. Número 113 · Abril 2017

  114. Número 114 · Abril 2017

  115. Número 115 · Mayo 2017

  116. Número 116 · Mayo 2017

  117. Número 117 · Mayo 2017

  118. Número 118 · Mayo 2017

  119. Número 119 · Mayo 2017

  120. Número 120 · Junio 2017

  121. Número 121 · Junio 2017

  122. Número 122 · Junio 2017

  123. Número 123 · Junio 2017

  124. Número 124 · Julio 2017

  125. Número 125 · Julio 2017

  126. Número 126 · Julio 2017

  127. Número 127 · Julio 2017

  128. Número 128 · Agosto 2017

  129. Número 129 · Agosto 2017

  130. Número 130 · Agosto 2017

  131. Número 131 · Agosto 2017

  132. Número 132 · Agosto 2017

  133. Número 133 · Septiembre 2017

  134. Número 134 · Septiembre 2017

  135. Número 135 · Septiembre 2017

  136. Número 136 · Septiembre 2017

  137. Número 137 · Octubre 2017

  138. Número 138 · Octubre 2017

  139. Número 139 · Octubre 2017

  140. Número 140 · Octubre 2017

  141. Número 141 · Noviembre 2017

  142. Número 142 · Noviembre 2017

  143. Número 143 · Noviembre 2017

  144. Número 144 · Noviembre 2017

  145. Número 145 · Noviembre 2017

  146. Número 146 · Diciembre 2017

  147. Número 147 · Diciembre 2017

  148. Número 148 · Diciembre 2017

  149. Número 149 · Diciembre 2017

  150. Número 150 · Enero 2018

  151. Número 151 · Enero 2018

  152. Número 152 · Enero 2018

  153. Número 153 · Enero 2018

  154. Número 154 · Enero 2018

  155. Número 155 · Febrero 2018

  156. Número 156 · Febrero 2018

  157. Número 157 · Febrero 2018

  158. Número 158 · Febrero 2018

  159. Número 159 · Marzo 2018

  160. Número 160 · Marzo 2018

  161. Número 161 · Marzo 2018

  162. Número 162 · Marzo 2018

  163. Número 163 · Abril 2018

  164. Número 164 · Abril 2018

  165. Número 165 · Abril 2018

  166. Número 166 · Abril 2018

  167. Número 167 · Mayo 2018

  168. Número 168 · Mayo 2018

  169. Número 169 · Mayo 2018

  170. Número 170 · Mayo 2018

  171. Número 171 · Mayo 2018

  172. Número 172 · Junio 2018

  173. Número 173 · Junio 2018

  174. Número 174 · Junio 2018

  175. Número 175 · Junio 2018

  176. Número 176 · Julio 2018

  177. Número 177 · Julio 2018

  178. Número 178 · Julio 2018

  179. Número 179 · Julio 2018

  180. Número 180 · Agosto 2018

  181. Número 181 · Agosto 2018

  182. Número 182 · Agosto 2018

  183. Número 183 · Agosto 2018

  184. Número 184 · Agosto 2018

  185. Número 185 · Septiembre 2018

  186. Número 186 · Septiembre 2018

  187. Número 187 · Septiembre 2018

  188. Número 188 · Septiembre 2018

  189. Número 189 · Octubre 2018

  190. Número 190 · Octubre 2018

  191. Número 191 · Octubre 2018

  192. Número 192 · Octubre 2018

  193. Número 193 · Octubre 2018

  194. Número 194 · Noviembre 2018

  195. Número 195 · Noviembre 2018

  196. Número 196 · Noviembre 2018

  197. Número 197 · Noviembre 2018

  198. Número 198 · Diciembre 2018

  199. Número 199 · Diciembre 2018

  200. Número 200 · Diciembre 2018

  201. Número 201 · Diciembre 2018

  202. Número 202 · Enero 2019

  203. Número 203 · Enero 2019

  204. Número 204 · Enero 2019

  205. Número 205 · Enero 2019

  206. Número 206 · Enero 2019

  207. Número 207 · Febrero 2019

  208. Número 208 · Febrero 2019

  209. Número 209 · Febrero 2019

  210. Número 210 · Febrero 2019

  211. Número 211 · Marzo 2019

  212. Número 212 · Marzo 2019

  213. Número 213 · Marzo 2019

  214. Número 214 · Marzo 2019

  215. Número 215 · Abril 2019

  216. Número 216 · Abril 2019

  217. Número 217 · Abril 2019

  218. Número 218 · Abril 2019

  219. Número 219 · Mayo 2019

  220. Número 220 · Mayo 2019

  221. Número 221 · Mayo 2019

  222. Número 222 · Mayo 2019

  223. Número 223 · Mayo 2019

  224. Número 224 · Junio 2019

  225. Número 225 · Junio 2019

  226. Número 226 · Junio 2019

  227. Número 227 · Junio 2019

  228. Número 228 · Julio 2019

  229. Número 229 · Julio 2019

  230. Número 230 · Julio 2019

  231. Número 231 · Julio 2019

  232. Número 232 · Julio 2019

  233. Número 233 · Agosto 2019

  234. Número 234 · Agosto 2019

  235. Número 235 · Agosto 2019

  236. Número 236 · Agosto 2019

  237. Número 237 · Septiembre 2019

  238. Número 238 · Septiembre 2019

  239. Número 239 · Septiembre 2019

  240. Número 240 · Septiembre 2019

  241. Número 241 · Octubre 2019

  242. Número 242 · Octubre 2019

  243. Número 243 · Octubre 2019

  244. Número 244 · Octubre 2019

  245. Número 245 · Octubre 2019

  246. Número 246 · Noviembre 2019

  247. Número 247 · Noviembre 2019

  248. Número 248 · Noviembre 2019

  249. Número 249 · Noviembre 2019

  250. Número 250 · Diciembre 2019

  251. Número 251 · Diciembre 2019

  252. Número 252 · Diciembre 2019

  253. Número 253 · Diciembre 2019

  254. Número 254 · Enero 2020

  255. Número 255 · Enero 2020

  256. Número 256 · Enero 2020

  257. Número 257 · Febrero 2020

  258. Número 258 · Marzo 2020

  259. Número 259 · Abril 2020

  260. Número 260 · Mayo 2020

  261. Número 261 · Junio 2020

  262. Número 262 · Julio 2020

  263. Número 263 · Agosto 2020

  264. Número 264 · Septiembre 2020

  265. Número 265 · Octubre 2020

  266. Número 266 · Noviembre 2020

  267. Número 267 · Diciembre 2020

  268. Número 268 · Enero 2021

  269. Número 269 · Febrero 2021

  270. Número 270 · Marzo 2021

  271. Número 271 · Abril 2021

  272. Número 272 · Mayo 2021

  273. Número 273 · Junio 2021

  274. Número 274 · Julio 2021

  275. Número 275 · Agosto 2021

  276. Número 276 · Septiembre 2021

  277. Número 277 · Octubre 2021

  278. Número 278 · Noviembre 2021

  279. Número 279 · Diciembre 2021

  280. Número 280 · Enero 2022

  281. Número 281 · Febrero 2022

  282. Número 282 · Marzo 2022

  283. Número 283 · Abril 2022

  284. Número 284 · Mayo 2022

  285. Número 285 · Junio 2022

  286. Número 286 · Julio 2022

  287. Número 287 · Agosto 2022

  288. Número 288 · Septiembre 2022

  289. Número 289 · Octubre 2022

  290. Número 290 · Noviembre 2022

  291. Número 291 · Diciembre 2022

  292. Número 292 · Enero 2023

  293. Número 293 · Febrero 2023

  294. Número 294 · Marzo 2023

  295. Número 295 · Abril 2023

  296. Número 296 · Mayo 2023

  297. Número 297 · Junio 2023

  298. Número 298 · Julio 2023

  299. Número 299 · Agosto 2023

  300. Número 300 · Septiembre 2023

  301. Número 301 · Octubre 2023

  302. Número 302 · Noviembre 2023

  303. Número 303 · Diciembre 2023

  304. Número 304 · Enero 2024

  305. Número 305 · Febrero 2024

  306. Número 306 · Marzo 2024

CTXT necesita 15.000 socias/os para seguir creciendo. Suscríbete a CTXT

LA VUELTA DE LOS TALIBÁN

¿Tenemos que salvar a las afganas?

Promover una narrativa salvacionista sin escuchar las voces de las afganas ni demandar un proceso de justicia transicional en el que se juzguen las violencias cometidas contra ellas por todos los actores del conflicto es ser cómplice de su situación

Carolina Bracco (Anfibia) 24/08/2021

<p>Un grupo de mujeres afganas protesta en las calles de Kabul contra los talibán (Afganistán, hace unos días).</p>

Un grupo de mujeres afganas protesta en las calles de Kabul contra los talibán (Afganistán, hace unos días).

T13

En CTXT podemos mantener nuestra radical independencia gracias a que las suscripciones suponen el 70% de los ingresos. No aceptamos “noticias” patrocinadas y apenas tenemos publicidad. Si puedes apoyarnos desde 3 euros mensuales, suscribete aquí

Casi veinte años atrás, luego de los atentados a las torres gemelas del 11 de septiembre, Estados Unidos y sus aliados comenzaron una “guerra contra el terror” bajo la justificación de liberar a las mujeres afganas de la opresión de los talibán. Tras dos décadas de invasión militar, que incluyeron graves violaciones a los derechos humanos, la caída de Kabul y la nueva toma del gobierno por parte de los talibán volvió a poner el foco en la situación de las mujeres, ubicándolas –una vez más– en el lugar de víctimas pasivas de una sociedad que se presenta como bárbara y atrasada.

La obsesión de Occidente con el sufrimiento de las mujeres musulmanas no es nueva y, sobre todo, no es inocente. El clamor mundial por la libertad y los derechos de las afganas, impulsado en 2001 por las primeras damas del momento, Laura Bush y Cherie Blair llevaba implícita una idea formulada casi un siglo antes con la misma intención: legitimar la invasión de los países de mayoría musulmana. Con este fin se actualizó la construcción del islam como enemigo de Occidente y el imaginario de la mujer musulmana como oprimida y víctima que debe ser salvada.

En el caso afgano, el burka ha pasado a simbolizar la opresión de las mujeres y su imposibilidad de cualquier acto de resistencia, sin mediar ninguna contextualización

La clásica formulación de Gayarti Spivak de que los “hombres blancos buscan salvar a la mujer de color del hombre de color” toma una forma más peligrosa cuando las feministas blancas hacen suyo ese discurso que impregnó incluso a los sectores y medios de nuestra geografía que se piensan como progresistas. Allí desfilan improvisados analistas internacionales hablando del islam y el status de las mujeres, dos cuestiones que se presentan como irreconciliables. Las limitaciones de esta premisa tienen al menos tres causas:

– La primera es que sobredetermina el status de las mujeres a cuestiones relativas a “su cultura” y lo hacen inmutable, con la conclusión de que su emancipación es imposible hasta que se liberen del islam.

– La segunda es que oculta la historia del desarrollo de regímenes represivos en la región y el rol de Estados Unidos y sus aliados en esa historia, fomentando únicamente la rivalidad entre Occidente, donde las mujeres son libres, y las sociedades musulmanas donde las mujeres están ocultas bajo un velo que simboliza su opresión. 

– La tercera es que la imagen de la mujer musulmana como poco más que una esclava ha contribuido históricamente a la construcción de la libertad imaginaria de la mujer occidental.

Así, el repentino y fugaz interés de los medios en el posible deterioro de los derechos de las afganas se funda en estas limitaciones e informa más sobre los medios y la forma en la que consumimos el sufrimiento ajeno, que sobre la realidad de las afganas. En el marco de las discusiones actuales y del fortalecimiento del movimiento feminista como sujeto político no deberíamos esquivar estas cuestiones y preguntarnos ¿Por qué necesitamos salvar a las mujeres afganas?

La obsesión occidental con el velo y la identificación de su uso con una supuesta opresión/sumisión ancestral de las musulmanas tampoco es nueva. A comienzos del siglo XX, las europeas apoyaban y fomentaban la misión civilizatoria del colonialismo para liberar a sus “hermanas musulmanas” tal como en 2001 lo hacían las primeras damas y hoy lo hace nuevamente el feminismo colonial y buena parte del progresismo global. En el caso afgano, el burka ha pasado a simbolizar invariablemente la opresión de las mujeres y su imposibilidad de cualquier acto de resistencia, sin mediar ninguna contextualización o esbozo de comprensión.

El burka es una pieza usada tradicionalmente por las mujeres del pueblo pastún, uno de los numerosos grupos étnicos de Afganistán. Como muchas otras formas de velación, simboliza la respetabilidad de la mujer que lo porta y la pertenencia a una comunidad específica además de proteger de las miradas y el acoso de los hombres fuera del hogar. De esta manera, se porta como una forma legítima de transitar el espacio público. En los países de mayoría musulmana los motivos que cada mujer tiene para llevarlo son variados, pero suelen responder a los estándares sociales que se consideran apropiados en su comunidad. 

Con el regreso de los talibán al poder comenzaron las especulaciones de si se reestablecería la obligatoriedad de su uso, así como otras medidas tomadas en su gobierno de 1996-2001 en relación a las mujeres, sin dar cuenta de las violaciones a sus derechos en el largo plazo, cometidas desde el comienzo de la ocupación soviética y la insurgencia de los muyahidines hasta el reciente fin de la ocupación estadounidense. Lo cierto es que más de cuarenta años de guerra continua destruyeron la sociedad civil, la comunidad de clanes y la estructura familiar que eran el soporte de una economía debilitada y esta nueva instalación de los talibán vino a empeorar una situación ya de por sí negativa para las mujeres. 

A pesar de que la maquinaria morbosa de los medios da por hecho el regreso del apartheid de género –¿habilitando el camino para una nueva invasión?– ninguna medida ha sido anunciada oficialmente por el gobierno de Kabul. Una vez más, la narrativa apunta a que el odio intrínseco de los talibán hacia las mujeres, a quienes quieren hacer desaparecer bajo un burka, es por cuestiones religiosas o culturales, invisibilizando los factores históricos, políticos y sociales que propiciaron la instalación de esas medidas.

Como muchos otros países musulmanes, algunos sectores de la élite afgana atravesaron un proceso de modernización en las primeras décadas del siglo XX que dejó atrás prácticas tradicionales como el uso del velo y la reclusión femenina, promoviendo la igualdad de las mujeres. Sin embargo, su situación comenzó a degradarse a partir de la invasión soviética de 1979, el comienzo de una sucesión de conflictos armados y la militarización de la sociedad. Durante la década del ochenta la ayuda humanitaria se ocupó del pueblo afgano mientras la CIA y Arabia Saudita financiaban a los muyahidines en su combate con la fuerza invasora, pero luego de que las tropas soviéticas se retiraran en 1989 la ayuda se detuvo.

Tras la salida de esta potencia las muchas facciones de muyahidines comenzaron a pelear entre ellas y de una segunda generación surgieron los talibán, un grupo que creció en los campamentos de refugiados pakistaníes. Entrenados con manuales estadounidenses regresaron a Afganistán en el marco de la guerra civil y nacieron oficialmente como organización en 1994. Dos años después, establecieron el Emirato Islámico de Afganistán beneficiándose de las divisiones entre los muyahidines y el vacío de poder dejado por una gran potencia, tal como sucedió ahora. 

Todavía usan los manuales estadounidenses, sólo que tacharon donde decía “soviético” y escribieron “americano”.

Así, los talibán nacieron atravesados por los proyectos imperiales y los resabios de la guerra fría. Esto forjó su particular carácter intolerante y segregacionista; se criaron en una sociedad completamente masculina, en un ambiente donde el dominio de las mujeres y su exclusión era un símbolo de virilidad y reafirmación de su compromiso con la yihad. No son producto de una cultura basada en el islam, sino de una cultura de la guerra que buscó “limpiar” a la sociedad y donde la discriminación de las mujeres se convirtió en un elemento de resistencia a los gobiernos occidentales. En ese momento, como ahora, las mujeres fueron las primeras en rebelarse contra sus excesos. Las agencias internacionales optaron por “respetar las costumbres y la cultura local” y luego se retiraron del país abandonando todos los proyectos en los que muchas de ellas trabajaban. Cuando los talibán cerraron las escuelas para niñas y comenzaron las prohibiciones, nadie alzó la voz.

Sólo una pequeña élite vestía a la moda occidental mientras el país tenía apenas un 18% de su población alfabetizada

Los nuevos gobernantes provenían de las provincias pastunes más pobres, conservadoras y menos educadas del país, donde sus mujeres siempre habían usado el burka y no iban a la escuela simplemente porque no las había. Los talibán trasladaron su experiencia con las mujeres a todo el territorio nacional y justificaron su política basándose en su particular interpretación del Corán. El resto del país, diverso como es, en aquella época no compartía estas tradiciones.

En algunas ciudades las mujeres habían abandonado a comienzo de siglo el uso del velo y vestían a la occidental, como se ha visto en alguna foto que circula por las redes en estos días, donde la ecuación ya formulada entre libertad occidental y opresión musulmana se resume en minifaldas versus burkas sin dar cuenta de la dimensión de clase: sólo una pequeña élite vestía a la moda occidental mientras el país tenía apenas un 18% de su población alfabetizada. Un asesor en seguridad de Donald Trump usó esta misma foto hace exactamente cuatro años como prueba de que si la cultura occidental una vez había cimentado en la sociedad afgana bien valía la pena quedarse allí algunos años más. Dos décadas de ocupación no pudieron imponer la minifalda sino más bien fomentaron la insurgencia de los talibán que finalmente volvieron a tomar el poder. Para los afganos estas imágenes recuerdan un pasado en el que el futuro parecía prometedor, que traería secularismo, desarrollo, modernidad. Un futuro que quedó trunco por la revolución, la guerra, la represión y la ocupación.

En su ensayo fotográfico “Érase una vez en Afganistán”, Mohammad Qayoumi recupera su archivo de las décadas de los cincuenta, sesenta y setenta donde se puede ver a mujeres asistiendo a la universidad, trabajando como enfermeras o tomando un autobús. Si bien las imágenes han sido utilizadas para ejemplificar cómo era la vida antes de los talibán, el mismo año de su publicación, 2014, el presidente Hamid Karzai aprobó un Código de Conducta que dictaba que las mujeres no podían viajar sin un tutor varón y habilitaba la violencia doméstica. Karzai, que gobernaba con el beneplácito del gobierno estadounidense, había luchado contra los soviéticos y sido parte del gobierno derrocado por los talibán en 1996. De regreso al poder y al momento de la publicación del Código, sostuvo que no restringía las libertades de las mujeres y que se basaba en el islam. Convenientemente, las fuerzas de ocupación miraron para el costado por respeto “a la cultura local”.

El uso del relativismo cultural, el reduccionismo y la difusión de las imágenes de las mujeres musulmanas, son también armas que se utilizan para hacer de sus derechos una moneda de cambio entre los señores de la guerra y los poderes imperiales. La vieja retórica salvacionista se actualiza como parte de un discurso colonial que legitima los imaginarios construidos en torno a las mujeres musulmanas y el uso político que se hace de ellas para llevar adelante proyectos coloniales. Promover una narrativa salvacionista sin escuchar las voces de las afganas ni demandar un proceso de justicia transicional en el que se juzguen las violencias cometidas contra ellas por todos los actores del conflicto es ser cómplice de esta narrativa y de sus usos políticos. Es necesario historizar la violencia de género por fuera del análisis coyuntural –apurado, dicotómico– y a las miradas sesgadas que absuelven a una amplia gama de perpetradores, así como las complicidades y silencios históricos evidenciados en las representaciones contemporáneas de la violencia de género en Afganistán.

-----

Este texto fue publicado originalmente en la revista Anfibia.

Carolina Bracco es politóloga (UBA). Magister y doctora en Culturas Árabe y Hebrea (Universidad de Granada, España). Residió en El Cairo entre 2007 y 2011 realizando su investigación doctoral sobre la imagen y el imaginario de las bailarinas en el cine egipcio. Actualmente es profesora del Seminario “Mujeres y lucha anticolonial en Medio Oriente y el Norte de África” (Carrera de Historia, FFyL-UBA) y del Seminario de Doctorado “Género, feminismo y modernidad en el Mundo Árabe” (FFyL-UBA).edio Oriente” en el Museo de la Mujer Argentina.

 

Casi veinte años atrás, luego de los atentados a las torres gemelas del 11 de septiembre, Estados Unidos y sus aliados comenzaron una “guerra contra el terror” bajo la justificación de liberar a las mujeres afganas de la opresión de los talibán. Tras dos décadas de invasión militar, que incluyeron graves...

Este artículo es exclusivo para las personas suscritas a CTXT. Puedes suscribirte aquí

Autora >

Carolina Bracco (Anfibia)

Suscríbete a CTXT

Orgullosas
de llegar tarde
a las últimas noticias

Gracias a tu suscripción podemos ejercer un periodismo público y en libertad.
¿Quieres suscribirte a CTXT por solo 6 euros al mes? Pulsa aquí

Artículos relacionados >

Deja un comentario


Los comentarios solo están habilitados para las personas suscritas a CTXT. Puedes suscribirte aquí