1. Número 1 · Enero 2015

  2. Número 2 · Enero 2015

  3. Número 3 · Enero 2015

  4. Número 4 · Febrero 2015

  5. Número 5 · Febrero 2015

  6. Número 6 · Febrero 2015

  7. Número 7 · Febrero 2015

  8. Número 8 · Marzo 2015

  9. Número 9 · Marzo 2015

  10. Número 10 · Marzo 2015

  11. Número 11 · Marzo 2015

  12. Número 12 · Abril 2015

  13. Número 13 · Abril 2015

  14. Número 14 · Abril 2015

  15. Número 15 · Abril 2015

  16. Número 16 · Mayo 2015

  17. Número 17 · Mayo 2015

  18. Número 18 · Mayo 2015

  19. Número 19 · Mayo 2015

  20. Número 20 · Junio 2015

  21. Número 21 · Junio 2015

  22. Número 22 · Junio 2015

  23. Número 23 · Junio 2015

  24. Número 24 · Julio 2015

  25. Número 25 · Julio 2015

  26. Número 26 · Julio 2015

  27. Número 27 · Julio 2015

  28. Número 28 · Septiembre 2015

  29. Número 29 · Septiembre 2015

  30. Número 30 · Septiembre 2015

  31. Número 31 · Septiembre 2015

  32. Número 32 · Septiembre 2015

  33. Número 33 · Octubre 2015

  34. Número 34 · Octubre 2015

  35. Número 35 · Octubre 2015

  36. Número 36 · Octubre 2015

  37. Número 37 · Noviembre 2015

  38. Número 38 · Noviembre 2015

  39. Número 39 · Noviembre 2015

  40. Número 40 · Noviembre 2015

  41. Número 41 · Diciembre 2015

  42. Número 42 · Diciembre 2015

  43. Número 43 · Diciembre 2015

  44. Número 44 · Diciembre 2015

  45. Número 45 · Diciembre 2015

  46. Número 46 · Enero 2016

  47. Número 47 · Enero 2016

  48. Número 48 · Enero 2016

  49. Número 49 · Enero 2016

  50. Número 50 · Febrero 2016

  51. Número 51 · Febrero 2016

  52. Número 52 · Febrero 2016

  53. Número 53 · Febrero 2016

  54. Número 54 · Marzo 2016

  55. Número 55 · Marzo 2016

  56. Número 56 · Marzo 2016

  57. Número 57 · Marzo 2016

  58. Número 58 · Marzo 2016

  59. Número 59 · Abril 2016

  60. Número 60 · Abril 2016

  61. Número 61 · Abril 2016

  62. Número 62 · Abril 2016

  63. Número 63 · Mayo 2016

  64. Número 64 · Mayo 2016

  65. Número 65 · Mayo 2016

  66. Número 66 · Mayo 2016

  67. Número 67 · Junio 2016

  68. Número 68 · Junio 2016

  69. Número 69 · Junio 2016

  70. Número 70 · Junio 2016

  71. Número 71 · Junio 2016

  72. Número 72 · Julio 2016

  73. Número 73 · Julio 2016

  74. Número 74 · Julio 2016

  75. Número 75 · Julio 2016

  76. Número 76 · Agosto 2016

  77. Número 77 · Agosto 2016

  78. Número 78 · Agosto 2016

  79. Número 79 · Agosto 2016

  80. Número 80 · Agosto 2016

  81. Número 81 · Septiembre 2016

  82. Número 82 · Septiembre 2016

  83. Número 83 · Septiembre 2016

  84. Número 84 · Septiembre 2016

  85. Número 85 · Octubre 2016

  86. Número 86 · Octubre 2016

  87. Número 87 · Octubre 2016

  88. Número 88 · Octubre 2016

  89. Número 89 · Noviembre 2016

  90. Número 90 · Noviembre 2016

  91. Número 91 · Noviembre 2016

  92. Número 92 · Noviembre 2016

  93. Número 93 · Noviembre 2016

  94. Número 94 · Diciembre 2016

  95. Número 95 · Diciembre 2016

  96. Número 96 · Diciembre 2016

  97. Número 97 · Diciembre 2016

  98. Número 98 · Enero 2017

  99. Número 99 · Enero 2017

  100. Número 100 · Enero 2017

  101. Número 101 · Enero 2017

  102. Número 102 · Febrero 2017

  103. Número 103 · Febrero 2017

  104. Número 104 · Febrero 2017

  105. Número 105 · Febrero 2017

  106. Número 106 · Marzo 2017

  107. Número 107 · Marzo 2017

  108. Número 108 · Marzo 2017

  109. Número 109 · Marzo 2017

  110. Número 110 · Marzo 2017

  111. Número 111 · Abril 2017

  112. Número 112 · Abril 2017

  113. Número 113 · Abril 2017

  114. Número 114 · Abril 2017

  115. Número 115 · Mayo 2017

  116. Número 116 · Mayo 2017

  117. Número 117 · Mayo 2017

  118. Número 118 · Mayo 2017

  119. Número 119 · Mayo 2017

  120. Número 120 · Junio 2017

  121. Número 121 · Junio 2017

  122. Número 122 · Junio 2017

  123. Número 123 · Junio 2017

  124. Número 124 · Julio 2017

  125. Número 125 · Julio 2017

  126. Número 126 · Julio 2017

  127. Número 127 · Julio 2017

  128. Número 128 · Agosto 2017

  129. Número 129 · Agosto 2017

  130. Número 130 · Agosto 2017

  131. Número 131 · Agosto 2017

  132. Número 132 · Agosto 2017

  133. Número 133 · Septiembre 2017

  134. Número 134 · Septiembre 2017

  135. Número 135 · Septiembre 2017

  136. Número 136 · Septiembre 2017

  137. Número 137 · Octubre 2017

  138. Número 138 · Octubre 2017

  139. Número 139 · Octubre 2017

  140. Número 140 · Octubre 2017

  141. Número 141 · Noviembre 2017

  142. Número 142 · Noviembre 2017

  143. Número 143 · Noviembre 2017

  144. Número 144 · Noviembre 2017

  145. Número 145 · Noviembre 2017

  146. Número 146 · Diciembre 2017

  147. Número 147 · Diciembre 2017

  148. Número 148 · Diciembre 2017

  149. Número 149 · Diciembre 2017

  150. Número 150 · Enero 2018

  151. Número 151 · Enero 2018

  152. Número 152 · Enero 2018

  153. Número 153 · Enero 2018

  154. Número 154 · Enero 2018

  155. Número 155 · Febrero 2018

  156. Número 156 · Febrero 2018

  157. Número 157 · Febrero 2018

  158. Número 158 · Febrero 2018

  159. Número 159 · Marzo 2018

  160. Número 160 · Marzo 2018

  161. Número 161 · Marzo 2018

  162. Número 162 · Marzo 2018

  163. Número 163 · Abril 2018

  164. Número 164 · Abril 2018

  165. Número 165 · Abril 2018

  166. Número 166 · Abril 2018

  167. Número 167 · Mayo 2018

  168. Número 168 · Mayo 2018

  169. Número 169 · Mayo 2018

  170. Número 170 · Mayo 2018

  171. Número 171 · Mayo 2018

  172. Número 172 · Junio 2018

  173. Número 173 · Junio 2018

  174. Número 174 · Junio 2018

  175. Número 175 · Junio 2018

  176. Número 176 · Julio 2018

  177. Número 177 · Julio 2018

  178. Número 178 · Julio 2018

  179. Número 179 · Julio 2018

  180. Número 180 · Agosto 2018

  181. Número 181 · Agosto 2018

  182. Número 182 · Agosto 2018

  183. Número 183 · Agosto 2018

  184. Número 184 · Agosto 2018

  185. Número 185 · Septiembre 2018

  186. Número 186 · Septiembre 2018

  187. Número 187 · Septiembre 2018

  188. Número 188 · Septiembre 2018

  189. Número 189 · Octubre 2018

  190. Número 190 · Octubre 2018

  191. Número 191 · Octubre 2018

  192. Número 192 · Octubre 2018

  193. Número 193 · Octubre 2018

  194. Número 194 · Noviembre 2018

  195. Número 195 · Noviembre 2018

  196. Número 196 · Noviembre 2018

  197. Número 197 · Noviembre 2018

  198. Número 198 · Diciembre 2018

  199. Número 199 · Diciembre 2018

  200. Número 200 · Diciembre 2018

  201. Número 201 · Diciembre 2018

  202. Número 202 · Enero 2019

  203. Número 203 · Enero 2019

  204. Número 204 · Enero 2019

  205. Número 205 · Enero 2019

  206. Número 206 · Enero 2019

  207. Número 207 · Febrero 2019

  208. Número 208 · Febrero 2019

  209. Número 209 · Febrero 2019

  210. Número 210 · Febrero 2019

  211. Número 211 · Marzo 2019

  212. Número 212 · Marzo 2019

  213. Número 213 · Marzo 2019

  214. Número 214 · Marzo 2019

  215. Número 215 · Abril 2019

  216. Número 216 · Abril 2019

  217. Número 217 · Abril 2019

  218. Número 218 · Abril 2019

  219. Número 219 · Mayo 2019

  220. Número 220 · Mayo 2019

  221. Número 221 · Mayo 2019

  222. Número 222 · Mayo 2019

  223. Número 223 · Mayo 2019

  224. Número 224 · Junio 2019

  225. Número 225 · Junio 2019

  226. Número 226 · Junio 2019

  227. Número 227 · Junio 2019

  228. Número 228 · Julio 2019

  229. Número 229 · Julio 2019

  230. Número 230 · Julio 2019

  231. Número 231 · Julio 2019

  232. Número 232 · Julio 2019

  233. Número 233 · Agosto 2019

  234. Número 234 · Agosto 2019

  235. Número 235 · Agosto 2019

  236. Número 236 · Agosto 2019

  237. Número 237 · Septiembre 2019

  238. Número 238 · Septiembre 2019

  239. Número 239 · Septiembre 2019

  240. Número 240 · Septiembre 2019

  241. Número 241 · Octubre 2019

  242. Número 242 · Octubre 2019

  243. Número 243 · Octubre 2019

  244. Número 244 · Octubre 2019

  245. Número 245 · Octubre 2019

  246. Número 246 · Noviembre 2019

  247. Número 247 · Noviembre 2019

  248. Número 248 · Noviembre 2019

  249. Número 249 · Noviembre 2019

  250. Número 250 · Diciembre 2019

  251. Número 251 · Diciembre 2019

  252. Número 252 · Diciembre 2019

  253. Número 253 · Diciembre 2019

  254. Número 254 · Enero 2020

  255. Número 255 · Enero 2020

  256. Número 256 · Enero 2020

  257. Número 257 · Febrero 2020

  258. Número 258 · Marzo 2020

  259. Número 259 · Abril 2020

  260. Número 260 · Mayo 2020

  261. Número 261 · Junio 2020

  262. Número 262 · Julio 2020

  263. Número 263 · Agosto 2020

  264. Número 264 · Septiembre 2020

  265. Número 265 · Octubre 2020

  266. Número 266 · Noviembre 2020

  267. Número 267 · Diciembre 2020

  268. Número 268 · Enero 2021

  269. Número 269 · Febrero 2021

  270. Número 270 · Marzo 2021

  271. Número 271 · Abril 2021

  272. Número 272 · Mayo 2021

  273. Número 273 · Junio 2021

  274. Número 274 · Julio 2021

  275. Número 275 · Agosto 2021

  276. Número 276 · Septiembre 2021

  277. Número 277 · Octubre 2021

  278. Número 278 · Noviembre 2021

  279. Número 279 · Diciembre 2021

  280. Número 280 · Enero 2022

  281. Número 281 · Febrero 2022

  282. Número 282 · Marzo 2022

  283. Número 283 · Abril 2022

  284. Número 284 · Mayo 2022

  285. Número 285 · Junio 2022

  286. Número 286 · Julio 2022

  287. Número 287 · Agosto 2022

  288. Número 288 · Septiembre 2022

  289. Número 289 · Octubre 2022

  290. Número 290 · Noviembre 2022

  291. Número 291 · Diciembre 2022

  292. Número 292 · Enero 2023

  293. Número 293 · Febrero 2023

  294. Número 294 · Marzo 2023

  295. Número 295 · Abril 2023

  296. Número 296 · Mayo 2023

  297. Número 297 · Junio 2023

  298. Número 298 · Julio 2023

  299. Número 299 · Agosto 2023

  300. Número 300 · Septiembre 2023

  301. Número 301 · Octubre 2023

  302. Número 302 · Noviembre 2023

  303. Número 303 · Diciembre 2023

  304. Número 304 · Enero 2024

  305. Número 305 · Febrero 2024

  306. Número 306 · Marzo 2024

  307. Número 307 · Abril 2024

CTXT necesita 15.000 socias/os para seguir creciendo. Suscríbete a CTXT

vivienda

En la okupación hay dignidad

Visita a varias casas okupadas en el centro de Madrid

Israel Merino 25/09/2020

<p>Apartamento con la puerta forzada tras un desahucio.</p>

Apartamento con la puerta forzada tras un desahucio.

Trio3D

En CTXT podemos mantener nuestra radical independencia gracias a que las suscripciones suponen el 70% de los ingresos. No aceptamos “noticias” patrocinadas y apenas tenemos publicidad. Si puedes apoyarnos desde 3 euros mensuales, suscribete aquí

Desde que, el 15 de marzo de 2020, el gobierno central decretara el estado de alarma a nivel nacional, todos los guardametas de los grandes medios de comunicación han centrado sus focos mediáticos en el desarrollo de la pandemia.

Esto es algo normal, pues es una situación en la que nunca nos hemos visto y que, como es lógico, merece ser cubierta desde todas las perspectivas y esquinas posibles. ¿Cuál es el problema? La saturación.

En 2019, según el Consejo General del Poder Judicial, en España hubo más de 54.000 desahucios por alzamiento hipotecario

Después de tantos y tantos días escuchando noticias y leyendo artículos monotemáticos, la audiencia se ha empezado a cansar. Lo del coronavirus nos interesa mucho, como es evidente, pero ya aburre. Ya nos cansamos de meternos en la web de nuestro diario de cabecera veinte veces al día y de refrescar la página en busca de los últimos datos y estadísticas sobre el avance de la pandemia. Así que dejamos de clicar en esas cabeceras porque sabemos que la información va a ser la misma que la del día anterior. O, al menos, muy parecida.

Y esto es algo que los directivos de los grandes medios saben. El runrún de la covid ya aburre, así que la mass media tiene que sacar nueva carnaza aparentemente fresca (aunque sea maloliente y esté completamente podrida) con la que dar de comer al morboso público generalista. Y el tema elegido este verano ha sido la okupación.

A pesar de que algunas de las compañeras de CTXT ya han demostrado en diferentes artículos y columnas que la okupación no es un problema (al menos, no tal y como nos la venden), mi espíritu de hijo de grandísimo culo inquieto me ha obligado a salir a la calle a hablar con las víctimas de esta gran caza de brujas que el aparato mediático predominante está llevando a cabo.

El problema es que la gente no se para a pensar en los motivos de la okupación, en su contexto. Para la mayoría de las personas, es mucho más sencillo comprar el relato de que los okupas son unos vagos y unos caraduras que prefieren pegar una patada a la puerta del primer piso vacío que ven para así ahorrase el alquiler o la hipoteca. Y esto no es así.

En 2019, la Policía notificó 12.214 denuncias por presunta okupación, menos de un cuarto de las personas desahuciadas ese mismo año

En el distrito madrileño de La Latina, cerca de la parada de metro de Puerta del Ángel, he tenido la oportunidad de conocer a Miguel. Miguel es un exalbañil de 59 años que ha trabajado durante los últimos 20 para una constructora de la capital. “Estaba a punto de prejubilarme”, me cuenta, “cuando la empresa entró en concurso de acreedores y despidió a todos sus trabajadores. Ni cobré indemnización ni nada. Me hicieron firmar unos papeles y me quedé con una mano delante y otra detrás”.

Tras quedarse sin ninguna fuente de ingresos hace un año, decidió okupar uno de los edificios que la constructora dejó a medio terminar en La Latina, en la calle Guadarrama, y que, según me cuenta, la sociedad tiene a la venta (a veces, la justicia popular puede ser realmente poética): “Yo mismo trabajé aquí. Lo siento en parte como si fuera mío”.

Pero aquí no se queda la cosa. Miguel ha decidido que ese edificio no tiene por qué ser suyo, así que intenta ayudar a la gente del barrio como buenamente puede: “Si me entero de que alguien no tiene casa, pues lo traigo aquí. No sé, creo que todo el mundo tiene derecho a vivir en un sitio”. Nuevamente, barrionalismo en estado puro.

Ahora mismo, Miguel comparte el bloque de la calle Guadarrama con un matrimonio que tiene dos niños pequeños (“pero creo que se van a ir ya la semana que viene porque los asistentes sociales les han encontrado un alquiler muy barato”, me explica), y Juan, un chico dependiente de 43 años.

De hecho, mientras charlo con Miguel en la puerta del bloque, aparece Juan. Viene de buscar trabajo, pero no ha habido suerte: “Tengo un problema mental y nadie me quiere contratar”. 

Juan, según me cuenta, no tiene familia, tiene dinero, pero no puede usarlo: “Recibo una pequeña paga por dependencia de cuatrocientos euros, pero no la puedo sacar del banco. Debo tener un tutor asignado que me lo administre, pero como no lo tengo, pues el dinero no se puede tocar. Hasta que los servicios sociales me vuelvan a asignar un administrador, tengo que sobrevivir como pueda […]. Estoy incapacitado para trabajar, pero, aun así, intento buscar algo. Aunque sea en negro”.

“Durante un tiempo estuve en un albergue, pero algunas personas me pegaban por mis problemas porque no puedo estar solo. Así que prefiero estar aquí, aunque sea de ilegal, hasta que pueda alquilar una habitación. Al menos, puedo estar dignamente”. 

Casa okupa 'El Acueducto'. 

He ahí la clave: la dignidad. Un ser humano que se ve en la necesidad de okupar un piso vacío no lo hace por gusto. El ahorrarnos una renta mensual no es, ni muchísimo menos, un incentivo suficiente como para que a todos nos dé por okupar. Cuando alguien se ve en la obligación de hacerlo (subrayemos la palabra “obligación”), lo hace porque, aun sin tener otros recursos, tiene derecho a la dignidad. Ya no es una cuestión de tener derecho al trabajo, a la vivienda o al hogar. La tesis se resume en mantener eso que nos diferencia de los animales, ese sustantivo tan chulo y que tanto nos gusta usar para algunas cosas: dignidad. Queremos seguir siendo personas dignas porque, si no lo somos, dejaremos de ser personas. Así de claro es. Todas las personas tienen la obligación y el derecho de ser dignas siempre (y da igual que en Antena 3 te estén diciendo lo contrario).

No nos damos cuenta de que la gente se está quedando sin sitios donde vivir (y esto no es una opinión, son solo datos): en 2019, según el CGPJ (Consejo General del Poder Judicial), en España hubo más de 54.000 desahucios por alzamiento hipotecario (es decir, que en estos números no se contabilizan los realizados por el impago de los alquileres). Estas personas, después del desalojo, no tienen la posibilidad de acceder, por mucho que mejoren a posteriori sus condiciones económicas, a una nueva vivienda, pues ningún banco querrá concederles una hipoteca. Y ya sabemos todos cómo están los alquileres.

De hecho, solo por hacer la comparación y tirar de estadística, vemos que en el mismo año, en 2019, la Policía notificó 12.214 denuncias por presunta okupación en España. Desde un punto meramente estadístico, hay muchas más probabilidades de que te echen de tu hogar antes de que te okupen un inmueble (porque esa es otra, tienes que tener varios inmuebles, ya que si entran en tu primera residencia se considera allanamiento de morada).

Después de despedirme de Miguel y Juan, se me vinieron a la cabeza unos cuantos mitos que hemos estado escuchando durante todo el verano en la televisión: que si los okupas son peligrosos, que si son problemáticos, que si roban e intimidan a los vecinos etcétera. A pesar de que durante el rato que había estado con ellos, a mí no me habían parecido nada de eso ni me habían atemorizado, me acerqué hasta el estanco que hay justo frente al edificio okupado a hablar con el dependiente.

“Qué va”, me empezó a contar el estanquero, un chico joven con un tatuaje tribal en el brazo izquierdo, “los de ‘El Acueducto’ (nombre con el que se conoce a la casa okupa) nunca nos han dado ningún tipo de problema. De hecho, hacen una vida normal. Salen a comprar, saludan a la gente y se paran a hablar con la peña que conocen. En el barrio, son unos vecinos como otros cualquiera”.

O sea, que la casa okupa no es ningún gueto. Dentro no hay ninguna secta judeo-masónica, regida por una mafia chavista, que obliga a sus súbditos a atracar a las ancianas a cambio de poder vivir en el edificio. Son gente normal. Gente normal que ha llenado de vida y de cotidianidad un edificio abandonado. 

Después de hablar unos minutillos con el estanquero, me pasó la dirección de una familia que vivía relativamente cerca, en la calle de la Fortuna, y que, hasta donde él sabía, también estaban viviendo de okupas. “Son muy majos. Si llamas a la puerta y dices que vas a hacerles una entrevista, te van a abrir sin ningún problema”.

Caminé hasta el portal, a tan solo un par de manzanas de ‘El Acueducto’ y muy cerquita del mercado municipal del Alto de Extremadura, y timbré al portero automático del edificio.

Y solo tuve que acreditarme como periodista. No tuve que dar ninguna explicación más. No me hizo falta explicarle a Cayetana, una mujer de cuarenta y ocho años de origen gitano con tres hijos, que yo no venía a criminalizarlos. Que no era uno de esos periodistas que viven enfrascados en encontrar al chivo expiatorio de turno con el que atemorizar a sus lectores. “Pasa, pasa. Si aquí no tenemos nada que esconder”. Y pasé.

Y pasé, e, inmediatamente, se me cayeron los pocos prejuicios que me quedaban. Porque había leído en no sé dónde que los okupas viven en condiciones infrahumanas y que destrozan los pisos en los que habitan porque no son suyos. Y yo eso no lo vi. Vi una casa perfectamente normal e impecablemente limpia (mucho más que la mía, de hecho, y eso que yo pago religiosamente mi alquiler todos los meses).

Cayetana me obligó a quitarme las botas y a pasar al salón, donde nos sentamos a charlar en un pequeño sofá de tonos naranjas: “La gente me dice que esta no es mi casa y sé que llevan razón. Este piso no es mío, pero sí que es mi hogar. La propiedad será del banco, pero mi hogar es este”.

La mujer, de rasgos alegres y brazos fuertes, llevaba casada desde los 18 años. En aquella casa llevaban desde el 6 de diciembre de 2019: “A finales de noviembre del año pasado, nos echaron del piso en el que estábamos, en Carabanchel Alto. En verdad no nos echaron, pero se nos acabó el contrato y el casero nos dijo que, si nos queríamos quedar, nos iba a subir una barbaridad el alquiler. Y no llegábamos”.

“Como él tampoco se había portado mal con nosotros, nos fuimos. Pero nosotros no somos de Madrid, sino de Alicante, así que al vernos sin familia por la zona a la que pedir ayuda, solo se nos ocurrió meternos en un piso vacío. Hablamos con una asociación del Sur de Madrid que nos dijo que era muy importante que buscáramos un piso que no fuera de un particular, sino de un banco. Un contacto nos habló de esta zona, así que estuvimos investigando y el día 6 de diciembre, aprovechando que era fiesta y habría menos policías, nos metimos. Y hasta hoy”.

“El banco sabe de sobra que estamos aquí dentro. De hecho, mi marido está negociando a través de la asociación un alquiler para que podamos vivir en paz. Queremos que nos hagan un contrato, pero es difícil. Piden mucho dinero (850 euros por tres habitaciones) y es imposible. Mi marido ahora está trabajando de pescadero en el centro y es casi lo que cobra. No podemos pagar tantos cuartos”.

“Eh, pero que nosotros tenemos luz y agua y de todo y lo pagamos”, me sigue explicando. “La comunidad nos deja estar enganchados a los contadores del edificio, así que a cambio les pagamos cincuenta euros todos los meses. Tanto la comunidad como nosotros sabemos que es ilegal, pero nos les importa. Siempre nos intentan ayudar”.

Los medios hablan de la okupación porque una crisis: volverán los desahucios, volverán las largas colas y volverá a haber gente que querrá recuperar su dignidad

Después de una charla de casi cuarenta minutos, me acompañó a la puerta, donde seguimos hablando otro rato: “Nos encantaría ser legales. De verdad. No sé qué se pensará la gente, pero me da igual. No somos unos caraduras ni unos ladrones ni esas cosas que nos llaman. Solo queremos vivir en paz y pagar lo que haya que pagar, pero queremos pagar como Dios manda, no el despropósito que estas gentes nos piden. ¿Tú crees que con casi cincuenta años a mí me gusta pegar las patadas que tenemos que pegar para estar en calma? Pues no. No me gusta y no me siento orgullosa de ello. Pero ni mis hijos, ni mi marido, ni yo, nos vamos a quedar en la calle”.

Y me despedí y me fui paseando a casa, donde me enfrasqué en un debate interno sobre la dignidad. Hay más dignidad en los trabajados brazos de Cayetana que en todos aquellos que tiemblan al escuchar la palabra “okupación”.

Porque ningún okupa te va a usurpar tu hogar. Hay una cosa llamada legislación que, por mucho que te digan lo contrario, te protege ante un posible allanamiento de morada. 

De hecho, tú no le tienes miedo a que tus vecinos sean okupas. A lo que le tienes miedo es a la pobreza. Te da miedo el pobre, el que no puede comprarse un GTI. Nuevamente, todo es una cuestión de aporofobia.

Los medios de comunicación no han elegido el chivo expiatorio de la okupación porque era lo que tocaba. Los medios están hablando de este tema porque se nos viene encima una crisis que no va a ser chica: volverán los desahucios, volverán las largas colas y volverá a haber gente que querrá recuperar su dignidad a toda costa, por lo que desde la televisión y las cabeceras generalistas tienen que empezar a meterte el miedo de que los okupas son malos. De que son tus enemigos. Y no es así. Los okupas son gente como tú y como yo, gente que vive luchando por recuperar la dignidad. 

De hecho, nunca se sabe si alguien va a acabar siendo okupa. 

Desde que, el 15 de marzo de 2020, el gobierno central decretara el estado de alarma a nivel nacional, todos los guardametas de los grandes medios de comunicación han centrado sus focos mediáticos en el desarrollo de la pandemia.

Esto es algo normal, pues es una situación en la que nunca nos...

Este artículo es exclusivo para las personas suscritas a CTXT. Puedes suscribirte aquí

Autor >

Suscríbete a CTXT

Orgullosas
de llegar tarde
a las últimas noticias

Gracias a tu suscripción podemos ejercer un periodismo público y en libertad.
¿Quieres suscribirte a CTXT por solo 6 euros al mes? Pulsa aquí

Artículos relacionados >

1 comentario(s)

¿Quieres decir algo? + Déjanos un comentario

  1. lorente-alicia

    Estoy de acuerdo en que muchas ocupaciones de pisos y casas propiedad de Bancos y Fondos por parte de personas sin medios están justificadas. Los poderes públicos deberían ser los primeros en obligar a estas entidades a alquilar esas viviendas a precios bajos, de lo contrario deberían ser incautadas. No obstante, Israel Merino omite que las ocupaciones ‘mafiosas’ y por parte de caraduras también existen, y estos si destrozan y si causan problemas a sus vecinos, llegando al chantaje económico para dejar la propiedad invadida. No solo los medios alimentan la mala prensa de las ‘buenas’ ocupaciones, estos delincuentes se encargan del resto.

    Hace 3 años 6 meses

Deja un comentario


Los comentarios solo están habilitados para las personas suscritas a CTXT. Puedes suscribirte aquí