Análisis
Crisis climática, ciudades y ciudadanías
Los grandes núcleos urbanos consumen entre el 70%-80% de la energía y son los grandes responsables de las emisiones de gases de efecto invernadero
Fernando Prats 20/12/2017
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Las ciudades y las ciudadanías se configuran como los espacios y actores clave para afrontar el desafío energético-climático al generarse en dichos espacios el 70%-80% del consumo energético y de las emisiones de gases de efecto invernadero. Las ciudades españolas han de poner en marcha ambiciosos programas para la mitigación y adaptación climática con objetivos relacionados con su descarbonización generalizada en las próximas décadas.
Ante el desbordamiento general de los límites biofísicos del planeta, las ciudades emergen como los centros neurálgicos de una civilización que es la principal causante del mismo, convirtiéndose así en las principales agentes del cambio de paradigma ecosocial y en factores clave para tratar de reconducir a tiempo (en pocos decenios) el proceso de desestabilización en el que ya estamos inmersos.
Efectivamente, ante un panorama de desbordamiento ecológico que requiere medidas de emergencia y excepción, las ciudades constituyen un factor clave frente al desafío climático porque: 1) concentran más de la mitad de la población mundial (en torno al 70% en los países de mayor renta); 2) constituyen los espacios en los que se configura aproximadamente el 70%-80% del PIB mundial (y la mayor parte del empleo), del consumo energético y de las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI); y 3) su estabilidad resulta extremadamente vulnerable frente a alteraciones sistémicas como la crisis ecológica/climática.
Pero, sobre todo, como insiste la reciente Cumbre de Hábitat (NNUU 2016), las ciudades adquieren ese carácter central porque configuran el espacio social de unas ciudadanías que constituyen los actores clave de cualquier innovación política, cultural, de valores y, en definitiva, de cambio de paradigmas ante lo que se presenta como una transición hacia un nuevo ciclo histórico; lo que algún Nobel ha llamado, por la incidencia de los seres humanos, “el Antropoceno”. Por ello, sin un binomio institucional/ciudadano potente, consciente y proactivo, muy poco se podrá hacer para tratar de evitar una desestabilización ecológica generalizada.
I. La cuestión energética/climática en las ciudades, una aproximación sistémica.
Antes de abordar la cuestión de la mitigación y adaptación al cambio climático en los asentamientos humanos, conviene aclarar algunas cuestiones:
* Una aproximación sistémica a las ciudades. No podemos criticar, con razón, la utilización exclusiva del PIB y la economía para abordar cualquier análisis de la realidad y caer en el mismo error simplificador cuando se habla de la crisis del clima, por muy grave que esta sea. Así, una vez identificados los factores y objetivos claves en el campo energético/climático es imprescindible establecer su incidencia con relación a otras variables recogidos en la Agenda 2030 (NNUU 2015) como el empleo, el bienestar, la justicia social y de género, la incidencia sobre cadenas de valor locales asociadas a la economía y la producción de alimentos, o los intereses estratégicos de cada ciudad. Y, a partir de ahí, habrá que establecer las relaciones entre transformaciones y plazos temporales.
* La complejidad de la crisis ecológica. Conviene recordar que son los patrones socioeconómicos y espaciales los que generan, en última instancia, la crisis ecosocial, que el desbordamiento ecológico es global (no solo climático), que existe una estrecha interrelación entre ecología, energía y clima en la que la quema de combustibles fósiles lo atraviesa todo y que la urgencia para tratar de corregir los procesos de desestabilización ecológica es acuciante con el factor tiempo como clave.
* Entender la crisis climática en las ciudades en todas sus versiones: a) en su componente mitigadora para disminuir el consumo energético y las emisiones de GEI; b) en la imprescindible adaptación (resiliencia) ante un proceso de calentamiento que ya se ha desatado y que se abarca mejor desde el ámbito territorial, articulando las relaciones entre lo urbano, lo rural/agricultura y la naturaleza; y c) sin olvidar que cada ciudad constituye una singularidad que exige soluciones específicas. Y una parte de esas anticipaciones obliga también a prever cómo deben reaccionar nuestras ciudades y ciudadanías ante el novedoso y creciente desafío de los refugiados que en versión climática podrían llegar, según la UNCTAD, a cifras entre 200 y 1.000 millones de personas en los próximos 50 años.
* Finalmente, hay que priorizar el tipo de intervenciones que hay que llevar a cabo: a) reducir el consumo energético (y su impacto climático) por ahorro en los sistemas de ordenación/actuación/uso de la ciudad y la sobriedad en los hábitos de vida; b) abundar en tal dirección por impulso de las ecoeficiencias pasivas (movilidad sostenible o edificación bioclimática); y c) complementar las acciones anteriores con la sustitución de los combustibles fósiles por energías renovables, la utilización de equipos ultraeficientes y el progresivo despliegue de redes de gestión inteligentes en el conjunto de los servicios urbanos.
II. La cuestión de la mitigación y adaptación climática en las ciudades españolas
En las ciudades españolas existen muy pocas experiencias prácticas para afrontar, en toda su dimensión, el desafío climático y ello a pesar de que, por su posición geográfica, nuestro país está considerado como uno de los más vulnerables del ámbito europeo.
Escenarios climáticos para España con aumentos de temperatura entre 2º y 4º-5º Fuente: Elaboración propia a partir de lonathan Gómez
Cantero, “Cambio Climático en Europa. Percepción e impactos. 1950-2050”, 2015
Aún y así, se han desarrollado programas interesantes, entre otros, por parte de la Federación Española de Municipios y Provincias, el Pacto de los Alcaldes, el Observatorio de Sostenibilidad de España, o la Universidad Complutense de Madrid y, solo muy parcialmente, en algunas ciudades como Barcelona, Málaga, Vitoria o Santander, de los que es factible obtener algunas consideraciones prácticas.
1.Referencias generales
Después de París y con el objetivo de evitar un catastrófico aumento de temperatura superior a 1,5ºC – 2ºC a final de siglo, ya no cabe dudar sobre el doble objetivo en el sistema de ciudades europeas (y españolas): fuerte ahorro energético y descarbonización general antes de mediados de siglo, y puesta en marcha inmediata de planes de adaptación que debieran culminarse en los próximos decenios con prioridad en los casos más urgentes/vulnerables.
2. Identificar las temáticas clave.
Los diagnósticos sobre la mitigación climática requieren realizar análisis rápidos que permitan apreciar las cuestiones relacionadas con la tipología urbana (compacidad o dispersión), sus principales funciones e interrelaciones (residencia/trabajo/servicios) o la incidencia de las formas de vida urbanas. Más allá de las especificidades de cada caso, en las ciudades españolas el análisis sobre la mitigación se centraría principalmente en el tipo y magnitudes de la generación/suministro energético y en el correspondiente consumo/emisiones de GEI en la movilidad, el uso de la edificación (residencial y de servicios) y las actividades industriales y agrícolas.
Con relación a la adaptación al cambio climático ya se ha apuntado que este tema debiera abordarse en el nivel territorial y en lo que se refiere al ámbito estrictamente urbano se trataría de contrastar los escenarios climáticos e hidrológicos previstos, el origen e importancia de la contaminación del aire y el efecto “isla de calor”, las temperaturas medias y ambiente relacionadas con el confort urbano y todos sus posibles impactos con relación a la salud de las personas y la biodiversidad urbana, así como sobre sus principales actividades.
3. Elaborar hojas de ruta integrales con objetivos a mediados de siglo
A partir de la identificación de las temáticas clave es necesario integrar las actuaciones correspondientes en hojas de ruta capaces de alcanzar escenarios parciales/finales congruentes con los objetivos marcados en el apartado primero. Sin ánimo de ser exhaustivo ni de atender a las particularidades de las distintas tipologías urbanas, en el cuadro que sigue se exponen brevemente las principales actuaciones a integrar en la hoja de ruta de cada ciudad.
Principales temáticas/actuaciones para integrar en la hoja de ruta de cada ciudad
Es necesario recuperar el concepto de ciudad compacta, diversa y próxima con densidades medias medio-altas (residentes/Km2) que permitan la capilaridad de los servicios públicos a costes abordables (disponibilidad de transporte público en toda la ciudad), favorezcan la cercanía entre la residencia y el acceso a los bienes básicos (colegios, mercados/comercios o servicios) y se integren adecuadamente en los correspondientes entornos climáticos, agrícolas y naturales.
Además de la integración de las ciudades en sus entornos biorregionales reequilibrando su relación con los sistemas rurales y naturales, esa recuperación requeriría analizar las posibilidades de densificar las periferias urbanas de “muy baja densidad” más recientes y la desactivación de la gran cantidad de suelo urbanizable comprometido al calor del último boom inmobiliario.
Ahorro, eficiencia y energías renovables para descarbonizar el universo urbano, constituyen los ejes sobre los que reformular el paradigma energético de las ciudades a medio plazo.
Ello requiere transitar hacia el vector eléctrico (complementado con biocombustibles de última generación sin interferencias con la agricultura) y las instalaciones autosuficientes (edificios/actividades con balance de carbono “casi 0”) complementados por sistemas de generación renovables lo más próximos posible (prioritariamente en el ámbito local/regional, como el caso de Navarra).
Avanzar hacia una movilidad urbana descarbonizada exige hacerlo en varias direcciones: a) ahorrando transporte cautivo auspiciando la proximidad entre funciones urbanas (residencia, servicios básicos, trabajo) y el trabajo telemático; b) estimulando la movilidad no motorizada en cercanía (barrios/distritos) y los medios públicos para los desplazamientos interdistritales; c) utilizando sistemas de transporte de alta eficiencia alimentados por energías renovables; y d) desincentivando progresivamente otras lógicas de movilidad urbana (por ejemplo, mediante la ampliación de las áreas de tráfico restringido o la penalización del uso de combustibles fósiles).
Con un inmenso stock de edificios construidos con anterioridad a las normativas de calidad y eficiencia energética (más de 8 millones de viviendas principales), el parque edificado y su comportamiento energético constituye hoy uno de las principales dificultades para reducir las emisiones de GEI en las ciudades y el país.
No será posible avanzar en la descarbonización urbana sin reformular el sector de la edificación en los países maduros y migrar del concepto “construcción” al de “habitabilidad”, apostando por la rehabilitación integral y energética del entorno edificado y la consiguiente readaptación de las construcciones a las condiciones climáticas del lugar mediante medidas pasivas e impulsando la transición hacia el uso de energías renovables.
Recorrer el largo camino descrito requiere proyectar un complejo plan de acción que articule las iniciativas de las distintas administraciones públicas y las vías de financiación adecuadas para hacer viable la transición hacia un parque edificado descarbonizado a mediados de siglo.
Las ciudades operan físicamente como conglomerados artificiales con un metabolismo lineal que consume/procesa enormes cantidades de energía, agua, materiales y alimentos, desprendiendo cantidades ingentes de residuos y contaminación. Esta linealidad recursos-residuos degrada los entornos de agua, aire (emisiones de GEI entre otros) y otros recursos naturales, con el correspondiente deterioro ecológico y para la salud humana.
La imperiosa necesidad de recuperar el equilibrio entre el metabolismo urbano y la capacidad de asimilar sus desechos y de contener la crisis climática y mejorar la salud de los entornos humanos y naturales, requiere de una doble acción confluyente: a) reducir/reorientar las necesidades del consumo urbano favoreciendo formas de vida más sobrias y menos despilfarradoras y dañinas; y b) adoptar criterios de biomímesis con esquemas circulares en los que los ciclos recursos – residuos – recursos, se cierren.
Los espacios públicos (calles, plazas, parques) constituyen una parte muy importante del medio urbano, juegan un papel esencial en términos funcionales y de confort en la vida de las ciudades y su tratamiento, en el mejor de los casos, refleja su adaptación a esas dos demandas.
En un país que ya está inmerso en intensos procesos de cambios funcionales (creciente reducción del tráfico urbano), de temperatura e hidrología, es muy importante la necesidad de reformular el tratamiento de los espacios y el paisaje urbano.
Se abre así un campo extraordinariamente rico en cuanto a redefinir la funcionalidad del espacio público (nuevos usos), los patrones de belleza y confort urbano (nuevos tratamientos, como el sombreado por arbolado y recuperación de elementos tradicionales como los toldos y pérgolas) o la redefinición de las especies de la naturaleza urbana con mayores capacidades de adaptación a un entorno cada día más cálido y árido.
El caso de las ciudades costeras requeriría una aproximación específica imposible de desarrollar aquí, en la que, junto a las consideraciones planteadas más arriba, habrían de imputarse factores específicos como: su relación con el mar y el litoral; la incidencia de una actividad turística que ha transformado masivamente el territorio, especialmente en el Mediterráneo y las islas; o su vulnerabilidad socioeconómica específica ante el endurecimiento de sus condiciones climáticas en las temporadas vacacionales y su dependencia de fuertes facturas energéticas y climáticas inducidas por el correspondiente transporte.
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4. La imprescindible colaboración de la ciudadanía
Afrontar las actuaciones apuntadas en el apartado anterior constituye una tarea política de envergadura que han de asumir las instituciones locales, pero que por su escala y plazos no puede acometerse sin la colaboración de los actores urbanos y la ciudadanía. Basta echar un vistazo al contenido de los temas abordados en el apartado anterior para comprender que por su dimensión y complejidad dicha colaboración es imprescindible.
También hay que insistir en que esa colaboración requiere poner en marcha procesos y metodologías innovadoras que seguramente requieren aplicarse en distintos planos y escalas a la vez: desde el ámbito de la propia ciudad y de las temáticas específicas hasta la puesta en práctica de experiencias piloto en el ámbito de barrios o distritos. Pero en todos los casos, la dificultad de los desafíos a abordar requiere que, además del imprescindible liderazgo institucional, se trate de vincular a auténticos “asociados” del mundo urbano y representantes ciudadanos, capaces de corresponsabilizarse a lo largo de procesos que han de contemplar desde los primeros diagnósticos, las propuestas de acción y las hojas de ruta, hasta la evaluación y realimentación de unos procesos que, a su vez, han de ser “reinventados”.
Esta vía participativa, democrática y transparente, con fuerte liderazgo público y participación social requiere desplegar mucha inteligencia (también la artificial en torno a las TIC, los datos y el Internet de las cosas) y colaboración con empresas que aporten valor añadido, pero se distancia de ciertas lógicas que recientemente emanan desde el mundo de las grandes empresas que tienden a instrumentar macro-contratos de gestión privada a largo plazo sobre diversos temas clave del metabolismo urbano. Las cuestiones relacionadas con el cambio de paradigma y del metabolismo urbano son demasiado importantes y generan tanto poder estratégico, informativo y fáctico, que su tratamiento ha de mantenerse en el universo de la esfera pública y la transparencia ante la ciudadanía.
III. Las estrategias de mitigación climática en las ciudades españolas
Si se aplican con la ambición y el rigor necesario el tipo de propuestas planteadas en este texto, los frutos obtenidos pueden ser excepcionalmente importantes ya que, entre otras cosas, de ello depende que se pueda cumplir con los compromisos de la Cumbre del Clima de París para tratar de evitar la progresiva desestabilización climática y ecosocial del planeta.
En España, más allá del valor de los trabajos y experiencias ya apuntados, no existen prácticamente evaluaciones generales sobre las posibilidades y resultados de proyectar una política generalizada y ambiciosa en las ciudades, relacionada con la crisis ecológica y climática. En las líneas que siguen se refieren tres aportaciones interesantes sobre el tema.
La primera, tiene que ver con el “Informe Ciudades del Programa Cambio Global España 2020/50” realizado entre 2008 y 2011 por la Fundación de la Universidad Complutense de Madrid. El Informe, elaborado en colaboración con el OSE y otros expertos, analizó y propuso actuaciones en siete temas clave de las ciudades españolas, similares a los expuestos en los anteriores apartados, concluyendo que, en teoría, su plasmación permitiría alcanzar, entre otros, dos objetivos fundamentales: 1) culminar a mediados de siglo la descarbonización general de las ciudades (no olvidar que estamos hablando del 70%-80% de las emisiones totales de GEI en el país); y 2) reducir el desbordamiento ecológico y reequilibrar la huella ecológica del país hasta hacerla equiparable con su biocapacidad.
La posibilidad de equilibrar la huella ecológica por habitante con la biocapacidad del país
Fuente: Informe Ciudades del Programa España Cambio Global 2020/50
La segunda, se refiere a los trabajos y planteamientos realizados desde 2010 sobre la edificación en España por la plataforma transdisciplinar “Grupo de Trabajo sobre Rehabilitación” (GTR) con la autoría de A. Cuchí (UPC) y P. Sweatman (CS&P). Sus propuestas se centran en un programa a 2050 para rehabilitar diez millones de viviendas (el 65% del parque de primeras residencias) con una inversión de 260.000 millones de euros, unos retornos de 390.000 millones de euros, una reducción de más del 80% de las emisiones de GEI del conjunto del sector respecto a 2001 y la creación en torno a los 120.000 – 170.000 puestos de trabajo durante todo el período.
La tercera, trata sobre la plasmación de las claves contenidas en este texto en un caso concreto, el “Plan de Acción de Playa de Palma” (2010) elaborado por el Consorcio del mismo nombre, inicialmente aprobado por el Parlamento Balear y arrumbado por la irrupción de la crisis económica en 2010. Dicho Plan de Acción, abordó una propuesta detallada sobre la rehabilitación y revalorización integral de 1.000 Ha deterioradas y más de 200.000 plazas residenciales y turísticas en la que, como tema importante, se contemplaba la descarbonización general de la zona a mediados de siglo.
IV. Reflexiones finales
Finalmente, apuntar seis consideraciones para poner en marcha políticas – país, acordes con la importancia de los retos descritos:
1) Información, información y más información a los gobernantes y a ciudadanía sobre el alcance vital de la crisis ecológica/climática y el papel central de las ciudades en su encauzamiento.
2) Adecuación del marco constitucional/autonómico/local (incorporando la necesaria reducción del déficit ecológico y climático) e implementación de una estrategia-país/región que aborde una salida a la crisis que incorpore los retos descritos y la acción decidida en las ciudades.
3) Implementación de un marco institucional adecuado que potencie/articule las capacidades nacionales, autonómicas y locales para lanzar ambiciosas estrategias y programas acordes con las propuestas establecidas en el texto.
4) Introducción de las reformas normativas e instrumentales precisas y, entre ellas, las vías de financiación adecuadas (en monto, condiciones, plazos e intereses) a los requerimientos de los correspondientes programas de cambio en las ciudades.
5) Creación de un “grupo avanzado de ciudades y territorios” que quiera abordar de inmediato y a fondo los retos descritos y que actúe como punta de lanza y referencia para el conjunto de las ciudades del país.
Y 6) Imprescindible impulso a la participación proactiva de las ciudadanías a lo largo y ancho de los procesos descritos.
Ni que decir tiene que poner en marcha el tipo de propuestas planteadas en el conjunto del texto es extremadamente complejo y que solo pueden abordarse en el marco de acuerdos políticos y sociales muy amplios en torno a hojas de ruta a tres/cuadro decenios que permitan abordar en las ciudades el cambio de ciclo histórico en el que ya estamos inmersos. Pero nos jugamos algo tan importante como la vida tal y como hoy la conocemos.
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Fernando Prats es coautor del Informe Ciudades del Programa España Cambio Global 2020/50, junto a J. Ozcariz, y del libro La Gran Encrucijada. Sobre la crisis ecosocial y el cambio de ciclo histórico, junto a Yayo Herrero y A. Torrego y miembro del Foro Transiciones.
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Fernando Prats
es arquitecto, vicepresidente del Foro Transiciones y miembro del comité asesor de la Fundación Renovables.
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