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Tribuna

Lo contrario de una bomba

Lo que diferencia el mal del bien --y la muerte de la vida-- es que el mal se puede medir y el bien no. El mal es contable; el bien inconmensurable

Santiago Alba Rico 22/08/2017

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Sabemos qué es lo contrario del calor y lo contrario de la enfermedad y lo contrario del llanto. Sabemos incluso que, por culpa de las semillas de Monsanto, lo contrario de un tomate se llama también “tomate”. Sabemos también nombrar lo contrario de un olvido y hasta lo contrario de un monte: el monte invertido que llamamos valle. Pero no sabemos qué es lo contrario de una bomba. ¿Un beso? ¿Un silencio? ¿El “estallido” de una orquesta?

Gran parte de nuestros problemas como especie social procede de la dificultad para definir los antónimos. Hay conceptos centrales, los más negativos, que no tienen una correspondencia positiva evidente. Quiero decir que lo que diferencia el mal del bien --y la muerte de la vida-- es que el mal se puede medir y el bien no. El mal es contable; el bien inconmensurable. Si pongo una bomba en un tren o atropello con una furgoneta a los peatones de las Ramblas, puedo contar los muertos. Si escribo un poema o construyo un puente o compongo la novena de Beethoven, no sólo no puedo contar a los beneficiarios: no puedo ni siquiera describir los efectos benéficos. ¿Qué es lo contrario de un escombro? ¿Qué clase de “escombros” positivos deja la visión de los frescos de Signorelli o la audición del Mesías de Haendel? ¿O un buen polvo entre enamorados? Sabemos que los humanos se alimentan de caricias no menos que de pan, pero ningún termómetro y ninguna báscula pueden evaluar ese tipo de desnutrición. Por no poder, ni siquiera podemos contar las vidas que han salvado los semáforos o los cinturones de seguridad. El mal es contable y necesario; el bien inconmensurable y contingente. Puedo enumerar las cuchilladas y establecer una relación causal entre el filo y la sangre; no puedo contar las pinceladas de la Capilla Sixtina ni establecer ninguna relación causal, al menos inmediata, entre la belleza y la bondad (o la salud).

Puedo enumerar las cuchilladas y establecer una relación causal entre el filo y la sangre; no puedo contar las pinceladas de la Capilla Sixtina 

Que no sepamos qué es lo contrario de una bomba, que el mal sea contable y el bien inconmensurable, tiene dos consecuencias graves para la civilización. La primera es que --animales contables como somos-- la violencia resulta particularmente atractiva en tiempos de confusión; y en hombres moralmente desconcertados. ¡Al menos podemos medir sus efectos! Habrá que analizar y, en la medida de lo posible, combatir las causas económicas y sociales de la confusión colectiva y del desconcierto individual, pero la ventaja de la violencia es que ofrece un instrumento inmediato de clarificación. Dudo, luego mato. La frívola y equívoca caracterización periodística del proceso físico y mental que lleva a un joven europeo musulmán a dejar de pronto el sexo y las drogas para provocar una matanza (“radicalización express”) revela al menos este impulso antropológico hacia la claridad del mal como empoderamiento súbito y definitivo. El que se puedan medir sus efectos --contar sus víctimas-- en público y con toda objetividad entraña a su vez dos consecuencias, una afectiva y otra mecánica. A través de la violencia cruzo una línea visible de la que no se puede volver atrás: adquiero delante de todos un compromiso mucho más fuerte que el del matrimonio o el del trabajo; un vínculo que, a través de la violencia y sus muertos contables y no de la presunta ideología que la justifica, deviene por eso “religioso”. Toda matanza es, sí, religión; y convierte en sacerdotes a sus ejecutores. Se haga en nombre de Dios o de la Revolución o de la Civilización, es fácil ceder a la ilusión de que la violencia que mata a los otros salva al mismo tiempo nuestras almas. 

Se haga en nombre de Dios o de la Revolución o de la Civilización, es fácil ceder a la ilusión de que la violencia que mata a los otros salva al mismo tiempo nuestras almas

Del mismo modo, la banalización de la muerte contable inscribe la violencia en un “mecanismo” irreversible y ampliado. Desde el mismo momento en que contabiliza sus muertos, la violencia reproduce la lógica laica --infinita-- de los récords. El terrorismo se alimenta mucho menos de “doctrina” que de la ansiedad de superación. Lo que importa es el número, cuya levadura sin fin genera una epidemia de rivalidad emulativa. El terrorismo tiene sus Usain Bolt, a los que todos quieren imitar y superar: 16 muertos, 50 muertos, 2000 muertos. Es esta ansiedad numérica laica, y no una doctrina religiosa, la que disuelve en la pura contabilidad la diferencia entre civiles y militares o entre niños y adultos: todos suman por igual. El terrorismo es religioso porque mata; es laico porque mata sin hacer diferencias.

Ahora bien, que el mal sea contable y el bien inconmensurable facilita a su vez el trabajo de teorización y defensa de la violencia por parte de una especie que, además de contable, es “razonable”. La “radicalización express” de jóvenes incrédulos y juerguistas revela hasta qué punto su relación con el islam es contingente y superficial: podrían matar en nombre de la superioridad racial o incluso del comunismo. Necesitan, en todo caso, inscribir esa contabilidad mortal --con su empoderamiento fulminante y su ansiedad de récord-- en su contrario inconmensurable. Sólo podemos medir el mal y nadie quiere ser un malvado. Como el bien es inconmensurable, siempre podemos --hegelianamente-- transformar la cantidad en cualidad. Franco, sí, mató a miles de hombres, pero evitó a España una guerra. Stalin encerró y depuró a otros tantos, pero industrializó el país, ahorrando más muertos de los que provocó. La empresa capitalista genera muertes y desigualdad, pero estimula la investigación y aumenta la riqueza general. El yihadismo, por su parte, patrocina degüellos y matanzas de inocentes, pero acelera así el establecimiento del reino de Dios (mientras que Bachar Al-Asad, asesinando a cientos de miles de sirios, nos protege a todos del terrorismo). En definitiva, como no sabemos medir el bien, acabamos concluyendo que lo contrario de una bomba… son dos bombas. Esto se aplica también a las políticas anti-terroristas de nuestros gobiernos y a sus intervenciones armadas en el exterior.

Como no sabemos medir el bien, acabamos concluyendo que lo contrario de una bomba… son dos bombas

Matar es fácil y barato; sus efectos son mucho más vinculantes que el amor y encarrilan el mecanismo infinito de los números. Por eso, al contrario de lo que pretende Hollywood, el mal ha triunfado siempre. Triunfará. Se va a repetir. Frente a él, todo lo que podemos hacer es repetirnos nosotros también. ¿Repetir qué? Repetir, si se quiere, lo inconmensurable. No sabemos cuántas vidas salva una caricia, un verso, un puente, una buena ley, una canción de Leonard Cohen o los frescos del Signorelli; aún más, si desapareciesen los versos y los puentes, las montañas y las canciones y las leyes, su ausencia sería también inconmensurable, de manera que nadie percibiría el daño. La humanidad retrocedería sin notarlo. No hay ninguna relación necesaria entre la belleza, la verdad y la justicia y cada vez que hemos querido establecer una en el mundo hemos introducido más bien una cadena de contabilidad mortal. Pero repetir lo inconmensurable --también lo sabemos-- es interrumpir brevemente la contabilidad asesina. Es lo único que podemos hacer. Lo contrario de una bomba, sí, es una caricia, que no hace ruido y no deja marcas. El bien, inconmensurable, es tan concreto como las cuchillas y sus heridas; se ocupa de los cuerpos vivos sin ninguna certeza. Los besos no dejan escombros pero son también infinitos; las leyes no impiden las bombas, pero crean las condiciones para desactivarlas. Todo puede fallar --la democracia, el derecho, la justicia económica, la educación, el arte, el amor-- pero no deberíamos empujar en esa dirección. 

¿Qué es lo contrario de una bomba? ¿Dos bombas? Sabemos qué es lo contrario de dulce y lo contrario de abierto; e incluso sabemos que lo contrario del desierto es el bosque. Pero no sabemos qué es lo contrario de una bomba. La bombas no tienen contrarios. Sólo tienen supervivientes. De lo que hagamos los supervivientes dependerá, pues, la relación de fuerzas --necesariamente política-- entre el mal necesario y contable y el bien contingente e inconmensurable. 

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Autor >

Santiago Alba Rico

Es filósofo y escritor. Nacido en 1960 en Madrid, vive desde hace cerca de dos décadas en Túnez, donde ha desarrollado gran parte de su obra. Sus últimos dos libros son "Ser o no ser (un cuerpo)" y "España".

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12 comentario(s)

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  1. jose

    "Limbo dice: Lo contrario de un texto claro es un texto farragoso". Totalmente de acuerdo. Ese es el arte de la sofística, con el cual este señor nos eleva a cumbres borrascosas. "Alba Rico dice: Franco, sí, mató a miles de hombres, pero evitó a España una guerra". Vaya, cuando quiere apoyar a alguien abandona la mística poética. Yo creía que Franco había sostenido tres guerras: la producida por un golpe de estado, la realizada en la Urss bajo el mando de oficiales nazis, y la de la represión. Se habla de 200 mil ejecuciones. La cuarta no la necesitó: estaba todo atado y bien atado. Es decir, su sabiduría (la de Aba) le permite justificar incluso el nazifascismo, pero como decía más bajo, con los del otro lado del imperio no tiene consideración alguna: "Alba Rico dice: mientras que Bachar Al-Asad, asesinando a cientos de miles de sirios, nos protege a todos del terrorismo". Es curioso que no haya reflexionado sobre quiénes crearon y alimentaron todos estos movimientos. Primero los Hermanos musulmanes, después los Bin Laden; y ahí están los correos electrónicos de la sra. Clinton, que ofrecen mucha información sobre quién movía en realidad las fichas. Por cierto, los cristianos sirios están muy agradecidos a Asad, es el único régimen que los ha protegido de fanáticos religiosos.

    Hace 5 años 5 meses

  2. jose

    "La empresa capitalista genera muertes y desigualdad, pero estimula la investigación y aumenta la riqueza general". Rico con sus eternas y tramposas ambigüedades. Cuando habla del marxismo no introduce ese lenguaje abstruso: nos dice bien claramente que es malo (no para él, malo a secas, intrínsecamente). No importa que haya sacado a millones de seres del atraso, de la miseria, del hambre, de la enfermedad, del analfabetismo, de la humillación, del colonialismo económico. Con el capitalismo opera de distinta forma; es un ni ni: ni capitalista ni socialista, ni atlantista ni antiatlantista. Pero igual que aquel, no quita ni pone rey, pero defiende a su señor.El capitalismo, dice, genera muertes y desigualdad, pero aumenta investigación y riqueza general. La guerra también genera investigación, mucha, pero precisamente por generar también muertes es mala. Investigación: depende de qué investigación: hay industrias farmacológicas que precisamente por su dinámica capitalista actúan en el sentido contrario al que deberían, es decir, vetan medicamentos que acabarían definitivamente con determinadas enfermedades, lo cual no sería acorde con su finalidad última de lucro. Genera riquezas generales. ¡Claro! Pero ¿cómo las distribuye? En el mundo mueren diariamente sesenta mil personas, la mitad niños; muertes que serían evitables; por otra parte, esa riqueza es disfrutada apenas por el 15% de la población mundial. Si cogemos las distribución de la riqueza, el 10% posee 70% de la riqueza, mientras que el 50% no posee más que el 5%. ¿Es eso digno de loa?

    Hace 5 años 5 meses

  3. Ay Dios

    Rico pilla lo que puede ser medido, y entonces habla del mal. Luego, para que le cuadre la paja mental, pilla cosas que no pueden ser medidas, y habla del bien. Así cualquiera se monta una peli. Y este se cree 'filósofo'? De una escala del 1 al 10, ya que vamos del palo chorra de medir, le doy un 2, y eso que yo siempre soy generoso.

    Hace 6 años 7 meses

  4. RDC

    El bien y el mal son a la vez en ocasiones contables y en ocasiones incontables. Un bien incontable (proteger con medidas preventivas un posible atentado) es más difícil de aplaudir porque no tiene efectos visuales (los no muertos no se miden). El amor, sin duda, es el bien incontable más fructífero y menos medible. Un mal incontable (educar hacia el odio desde la palabra) es más difícil de condenar que un asesinato porque no se pueden medir sus daños tampoco (sus asesinatos futuros). Siento deciselo así, pero su artículo está plagado de contradicciones porque creo que parte de una premisa falsa. Un último apunte: dice que la relación es tangencial entre sus actos y el adoctrinamiento islámico, que podía haber matado motivado y en nombre del comunismo o la supremacía racial. Hay algo desconcertante en el hecho de que el 100% de los que actúan como ellos sean adoctrinardos en el islam. No será que el islam, el comunismo o la supremacía racial tienen en comun que son...un mal incontable?

    Hace 6 años 7 meses

  5. RDC

    El bien y el mal son a la vez en ocasiones contables y en ocasiones incontables. Un bien incontable (proteger con medidas preventivas un posible atentado) es más difícil de aplaudir porque no tiene efectos visuales (los no muertos no se miden). El amor, sin duda, es el bien incontable más fructífero y menos medible. Un mal incontable (educar hacia el odio desde la palabra) es más difícil de condenar que un asesinato porque no se pueden medir sus daños tampoco (sus asesinatos futuros). Siento deciselo así, pero su artículo está plagado de contradicciones porque creo que parte de una premisa falsa. Un último apunte: dice que la relación es tangencial entre susemana actos y el adoctrinamiento islámico, que podía haber matado motivado y en nombre del comunismo o la supremacía racial. Hay algo desconcertante en el hecho de que el 100% de los que actúan como ellos sean adoctrinardos en el islam. No será que el islam, el comunismo o la supremacía racial tieneno en comun que son...un mal incontable?

    Hace 6 años 7 meses

  6. Percebeiro Gude

    Tenemos certeza del daño porque el daño se proyecta hacia el pasado: duele lo que ha sucedido. En cambio el bien es incierto porque el beneficio se proyecta hacia el futuro: no sabemos si nuestras buenas intenciones lograrán su fruto. La religión soluciona este problema asegurando el fruto: obedece y alcanzarás el Paraíso. Ideologías pseudorreligiosas también dan por segura la salvación terrenal de sus fieles: preserva la raza y estarás a salvo, confía en los mandatos neoliberales y la economía estará a salvo, etc. . Lo contrario a una bomba es voluntad de futuro.

    Hace 6 años 7 meses

  7. antonio

    Lo contrario de una bomba es ... la propiedad igualitaria de una riqueza común. Ab initio, la propiedad ese viejo asuntillo.

    Hace 6 años 7 meses

  8. ASF

    Lo contrario de una bomba es una semilla.

    Hace 6 años 7 meses

  9. Limbo

    Lo contrario de un texto claro es un texto farragoso. Este es uno de ellos. Porque podríamos seguir especulando desordenadamente con ideas de lo bueno, lo malo, lo crudo, lo cocido y así hasta la eternidad. Simplemente recordar a Santiago Alba Rico que lo contrario a la religión no es la cristiano-islamo-judeo-fobia, sino no asumir la existencia de un supuesto ser superior que, se llame como se llame, haya de regir nuestras vidas. Así de sencillo. La izquierda postmoderna haría bien en dejar de dar cobertura a planteamientos teológicos reaccionarios diversos basados en la irracionalidad y la superstición y leyese un poco más al Baron de Holbach.

    Hace 6 años 7 meses

  10. Juan José Castells

    Gràcies per les teues reflexions.

    Hace 6 años 7 meses

  11. LTM

    Gracias por ayudarnos a reflexionar desde otra perspectiva. De todo el artículo, la única parte que me ha parecido dudosa es la de Franco. Coincido con el comentario anterior de DSF. Un saludo,

    Hace 6 años 7 meses

  12. DSF

    "Franco, sí, mató a miles de hombres, pero evitó a España una guerra." Pero no sabemos cuántos. Incontable. Quizá por eso, por no ser contable, no podemos cerrar la gran herida de la Guerra Civil. (Escribo este comentario influenciado por “La higuera”, de Ramiro Pinilla: los falangistas, tan católicos, no dejaban que los familiares de los asesinados tuvieran cristiana sepultura). ¿Lo contrario de una bomba es… una vacuna… ante la incultura?

    Hace 6 años 7 meses

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