JUAN CAVESTANY / CINEASTA Y DRAMATURGO
“El lenguaje publicitario crea seres enfermos y dependientes”
Andrés Castaño 24/05/2016
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Juan Cavestany (Madrid, 1967) tiene alma de contador de historias. En el soporte que toque. Y lo ha demostrado en su larga carrera. Durante los 90, fue corresponsal de El País en Nueva York. Luego se estrenó como guionista con Los lobos de Washington (Mariano Barroso, 1999) y como dramaturgo, entre otros, para Animalario. Ganó el Max al mejor autor teatral en 2010 por Urtain. Cualquiera diría que nunca para, siempre está imbuido en varios proyectos.
El viernes pasado se estrenó Esa sensación, su nueva película en la que por primera vez dirige junto a Julián Génisson y Pablo Hernando. Un cruce de tres historias muy particulares, que se intercalan y se funden. Una enfermedad que lleva a decir cosas que no quieres decir, y se extiende rápidamente, escrita por Cavestany. Una mujer que se enamora de objetos, dirigida por Hernando. Un hijo que sigue a su padre por la calle, dirigida por Génisson. Una radiografía particular, y crítica, de nuestro mundo y sus absurdos, de las cosas que nos descolocan: del deseo y de la fe. Del estar por estar y de lo que nos lleva irremediablemente hacia una dirección.
Cavestany ya sorprendió con trabajos como Dispongo de barcos (2010), El señor (2012) y, sobre todo, con Gente en sitios (2013), que conquistó el premio Sant Jordi a la mejor película; una obra hecha de fragmentos, llena de detalles sobre el misterio de las cosas, del absurdo. Una vuelta de tuerca a la ficción. Aunque siempre son de bajo presupuesto, el director otorga a sus trabajos un halo de autor, pese a que él mismo considera que su cine tiene pretensión popular, que quiere llegar a todos los espectadores.
Fue periodista y quizá no le gusten las etiquetas. ¿Hace usted cine de autor?
Bueno, las etiquetas son cosas necesarias, son una herramienta de comunicación. Las odio, pero también me parece que la gente que se resiste tanto a ellas exagera. ¿Esto es cine de autor? Pues posiblemente. Un festival de Barcelona que se llama Cine de Autor ha seleccionado la película. Pero es un cine de autor con una vocación popular. No es un cine de autor en el sentido de cine para minorías o elitistas. Esa sensación es una película que tiene chistes, que tiene sexo y que tiene filosofía. Aunque estos no aparecen de forma previsible.
Desde luego su cine es atípico, su estructura no es la del cine al uso.
Claro. Porque hay un gran componente de cine con proyecto personal, autoral. Un cine marcado por la inquietud, por una serie de inquietudes que persigue. Un autor es Juan Mayorga, un autor es Albert Serra o Andrés Duque. Al menos tengo yo esa impresión desde fuera. Mis películas, cuando me comparo con estos autores, las veo como “¡qué bien lo hacen los demás y qué mal lo hago yo!”. Estos autores tienen un proyecto de largo recorrido, y yo no. Yo voy a salto de mata.
¿Por qué han titulado la película Esa sensación? ¿Refleja el mundo y la importancia de las sensaciones? ¿El porqué vivimos en un mundo de sensaciones?
La película no parte de una tesis, pero sí de una inquietud común. Hablar de la sociedad de consumo, digamos, está muy pasado de moda. Pero estamos muy obsesionados, los tres, con el lenguaje publicitario del disfrute y del ocio. La obligación del entretenimiento. Ven y disfruta, ¿te lo vas a perder? Consíguelo. Eso nos obsesiona. El lenguaje publicitario, es evidente, crea seres totalmente enfermos y dependientes, y el deseo está pervertido. Y llegamos a pensar en el deseo como esa cosa que deseamos no tener.
A los tres nos gusta ese tipo de película de no caer en el tópico de “yo soy el que hace las preguntas, y el espectador el que da las respuestas”. Lo que merece la pena compartir es la dificultad de la experiencia.
Hay un cine intermedio, que resiste con grandes esfuerzos, con buenos directores, con buenas películas, que el público no ve
Esa sensación trata sobre lo que pasa entre las personas. Es una película estilizada. Está rodada de una manera peculiar, con unas limitaciones, pero habla sobre el momento. Sobre la fe y la religión habría que preguntarle a Julián. Me ha llamado la atención el momento de la fe en el que alguien deja de desear lo que desea. O cuando su máximo deseo es no tener deseo. Entonces empieza otro camino, que puede ser el del ascetismo o el del zen, el del ayuno, o el del creer que no te creas que hay que ir a ver esa película que anuncia ese cartel de enfrente, por ejemplo.
Juan Carlos Monedero [el político y profesor universitario aparecía en su anterior película] en Gente en sitios, hablaba sobre la decencia: llevar por fuera lo que deberíamos llevar por dentro. El otro día me preguntaron por qué hago películas. Pues es una reflexión, un acto de compartir. Es una llamada. Es un acto de decir “Yo estoy aquí. Y yo pienso esto”.
¿Cómo ve su propia evolución?
Yo de pequeño quería ser director de cine, sin saber qué era eso. Me dediqué a ser un niño bueno, a sacar buenas notas. A estudiar una carrera, Ciencias Políticas. E hice el máster de Periodismo de El País. Y fui periodista en Nueva York. Y me acordé de que lo que me gustaba era escribir. Empecé a colaborar con Animalario. Y escribí un guión así. Y todo vino de rebote.
El cine y la cultura también son políticos, ¿no? ¿Le gusta que sea así?
Como estudié Políticas, me di cuenta de que la política no es una tertulia en un programa de televisión. La política es todo. Es la organización y la gestión del poder. Es la gestión de las relaciones humanas. La ficción podría considerarse como una mirada sobre la política. Otra cosa es la coyuntura política o las políticas que se ejercen en un país. Y que provocan una reacción. Pero lo que yo he escrito es totalmente político porque trata sobre personas relacionándose, intentado convivir, intentando ser.
¿Cree que vivimos en un mundo enfermo? ¿Estas historias lo reflejan?
Creo que sí. Y me da mucha pena porque no soy un nihilista. Pero tengo un anhelo de belleza. Pienso que observar mucho y vivir en función de esa enfermedad o ese extrañamiento no es bueno. Y a la vez pienso que hay que empezar a comportarse de la manera contraria: en la constante búsqueda de la posibilidad. Soy un escéptico, pero no he perdido la esperanza. Pero sí que vivimos en un mundo enfermo, por lo que nos ha pasado con el deseo, con la mercantilización del deseo y de la imagen propia. Y la marca, con crear una marca personal. Y todo eso nos obsesiona y tiene que ver cosas que han acabado en la película.
¿Hay cabida para ello en el actual panorama cinematográfico?
En esta industria hay muchos grises. Está desde el productor que hace una película producto, casi de laboratorio, al cine de autor hecho con grandes medios, como el cine de Almodóvar, el cine de autor, que ha conectado con su público, como el de Bayona o el de Icíar Bollaín.
Y luego hay un cine intermedio, que resiste con grandes esfuerzos, con buenos directores, con buenas películas, que el público no ve.
La política no es una tertulia en un programa de televisión. La política es todo
Y un cine pequeño, hecho sin medios, como éste. Es un híbrido de mil cosas, a veces con financiación de una cadena de televisión, con un mecenas, con un crowdfunding. Pero el hecho de no tener nada nos da libertad. Pero no nos quita el rigor de hacer una película, la responsabilidad. Queremos que la película llegue a una sala, que tenga una identidad. Poder defenderla. Y tiene que poder defenderse.
El panorama en el cine español es muy rico, hay grandes autores consolidados y gente que hace un cine comercial muy digno, igual que hay un tramo intermedio, de gente currante, que se sigue bregando con películas que merecen la pena. Acabo de ver Crumbs (2015) de Miguel Llansó, que ha rodado su película en Etiopía. O Alberto Rodríguez. O Carlos Vermut. Hay tema, hay talento y hay público.
Y como antiguo periodista, ¿cómo ve el periodismo?
Está en horas muy bajas, sobre todo el periodismo tradicional. Ha cambiado el consumo de la información, totalmente fragmentada y al azar, sin profundidad. Aunque con Internet sí podemos profundizar, el panorama está muy jodido.
Juan Cavestany (Madrid, 1967) tiene alma de contador de historias. En el soporte que toque. Y lo ha demostrado en su larga carrera. Durante los 90, fue corresponsal de El País en Nueva York. Luego se estrenó como guionista con Los lobos de Washington (Mariano Barroso, 1999) y como...
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Andrés Castaño
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